Suelo ver la Gala de los Goya, nunca me ha gustado y este año la verdad es que me ha parecido la peor, bastante peor que las precedentes. Ya sé, lo he leído y escuchado, que los presentadores, cuyo talento sólo llegaba a enristrar tacos con una intrepidez verbal pasada de moda, se revelaron muy capaces de destrozar la expectación y cuanto iban a ofrecer a continuación. Pero tampoco el resto estuvo a la altura de nada, también hay que decirlo
De nada y menos de una industria cinematográfica que en las pantallas se asegura que está en alza pero sin acabar de despegar por mucho que algunas producciones, como la vencedora – La Librería de Isabel Coixet – sean excelentes y hagan concebir ilusiones de que la creatividad y la interpretación vayan a conseguir situar pronto a nuestro cine en el ámbito internacional. Viendo la Gala, la primera y única conclusión es que si es eso de lo que es capaz el cine español, mal vamos.
No soy crítico y no quiero entrar en detalles de lo absurdo del guion, de los pésimos montajes de las candidaturas, de los abrumadores y pesados agradecimientos, en definitiva de la falta de talento que revelaba todo aquello y, enseguida, de la ausencia de calor, emoción o humor que despertaba entre el público. Los premiados en general repetían los mismos tópicos mientras las estrellas invitadas a anunciar triunfadores parecían contagiados de tanta indiferencia que parecían estar dormidos.
Y es una pena, porque el cine es muy importante para todo: para la necesidad de que la gente se divierta, para la economía y el mercado laboral, para la creatividad y para nuestra imagen exterior. ¿Quién viendo semejante bodrio va a interesarse por unas películas presentadas de una manera tan aburrida, tan procaz y tan torpe? Fue una velada de aplausos forzados y muchos bostezos disimulados en medio del aburrimiento.
Nada de cuanto vimos, y hay que añadir que detrás estaban algunas películas buenas y algunas interpretaciones excelentes, si había en competición, lo único que despertó fue aburrimiento, ganas de apagar el televisor e ir a una sesión de cine de noche con alguna película de otros países donde el cine es tratado con más interés y mayor respeto.
Estoy con las demandas del sector de rebajar el IVA, contra el cierre de salas y de incrementar las ayudas a la producción de calidad. Pero la gala de los Goya del sábado no avala esas demandas. Antes al contrario, espanta: los directores que tenemos, los intérpretes y creativos merecen otra en la que su trabajo pueda ser puesto en valor con dignidad.