Convergencias y divergencias ocurrieron como era de esperar. Ya lo había advertido el diplomático europeo en la red social X, “debatiremos cuestiones de derechos económicos, sociales y culturales. También derechos civiles y políticos. En algunas cuestiones mantendremos posiciones comunes y en otros asuntos cuestionaremos e incluso retaremos a la otra parte. De eso se trata”.
Bien amplia que fue la agenda que uno se pregunta si Gilmore tuvo ocasión de dormir par de horas en ese maratón de reuniones, encuentros y entrevistas donde todos deseaban hablarle de los DDHH.
Al final, y que fuera de conocimiento público, se firmaron cuatro acuerdos. A saber, un cronograma de intercambios técnicos en diversas áreas de derechos humanos; discusión de conjunto acerca de potenciales proyectos de cooperación en áreas de derechos humanos; un tercero para iniciar un proyecto en el fortalecimiento de la defensoría para la protección integral de los derechos de la niñez y la adolescencia; y continuar la cooperación en áreas como la digitalización de los registros del Estado Civil, notarías y Gaceta Oficial.
Adversarios y enemigos del presidente pretendían que la sangre llegara al río. Sólo unas gotas que no alcanzaron el agua. Tal parece que el “reto” no fue tan fuerte que digamos.