Continúa la escalada en la guerra de aranceles entre EEUU y China a la espera de que los líderes de ambos países, Donald Trump y Xi Jinping, respectivamente, se reúnan el próximo mes de junio en la cumbre del G-20.
Si ayer China respondía a EEUU con una subida a los aranceles sobre productos estadounidenses por valor de 60.000 millones de dólares, hoy la oficina del Representante de Comercio de EEUU ha subido la apuesta publicando una lista de unos 300.000 millones de dólares en productos chinos, incluyendo ropa para niños, juguetes, teléfonos móviles y ordenadores portátiles, a los que se podría aplicar una tarifa del 25%.
Si Trump continúa con los aranceles, casi todas las importaciones de China estarían ya cubiertas por nuevas tarifas. No obstante, el presidente se muestra optimista sobre las posibilidades de un acuerdo que llegaría “en unas tres o cuatro semanas”. “Nunca se sabe, ¿verdad?”, señaló ayer en una cena en la Casa Blanca, “pero tengo la sensación de que va a tener mucho éxito”.
Bajo el proceso que han esbozado los funcionarios estadounidenses, los nuevos aranceles no entrarían en vigor hasta finales de junio como muy pronto (los anunciados ayer por China entrarían en vigor el 1 de junio). De ser así, coincidirían prácticamente en el tiempo con la reunión que Trump y Xi Jinping mantendrán en una reunión paralela a la cumbre del G20 que se celebrará en Osaka (Japón) entre el 28 y el 29 de junio.
Trump aprovechó además para advertir a Beijing que no fuera mucho más lejos en su respuesta a EEUU, aunque le quitó hierro a las medidas que pudiera tomar. “Puede haber algunas represalias, pero no pueden ser muy sustanciales”, llegó a decir.
Mientras, la escalada empieza a asustar a algunos sectores empresariales estadounidenses. “Apoyamos los esfuerzos de la administración para lograr un acuerdo comercial significativo que nivele el campo de juego para las empresas y los trabajadores estadounidenses”, ha valorado Matthew Shay, presidente y director ejecutivo de la Federación Nacional de Minoristas, “pero la última escalada arancelaria es una apuesta demasiado grande para la economía de EEUU”.
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