Negar que exista ahora mismo en la isla es lo más parecido a estar en el pueblo y no ver las casas. Tanto arraigo tiene que no pocos públicamente mencionan números e invitan a que en secreto jueguen a ellos. Basta media vez que ocurra alguna señal para que aparezca la convocatoria.
Es que hasta en los niños de no hace mucho tiempo atrás se les escuchaba decir entre ellos: ”te apuesto” tal cosa cuando jamás en la vida hicieron una apuesta a galgos, caballos o cualquier cosa donde primara el billete y la suerte.
En Cuba, es mi opinión, nunca debió abolirse la lotería. Hasta en la antigua URSS existió con el propósito de beneficiar a personas, recaudar dinero y emprender obras sociales. De mis estudios en Moscú recuerdo que cada vez que entraba al Metro adquiría una papeleta para abrirla y recibir la ingrata sorpresa de un “nada”.
Y después de la breve remembranza, al tema. Confieso que me sorprendió. No tanto como para provocar una catalepsia de pies a cabeza, pero sí para soltar una leve mala palabra, que las hay peores, y en soliloquio afirmar “qué cosa más grande, caballeros”.
El número 47 no tiene otra lectura que “pájaro, malas noticias, mucha sangre…”
Vaya coincidencia. Declaro, y que tome nota el policía si es que no está ocupado en otros asuntos, que con gusto y esperanza hubiera destinado cien pesos de mi pensión como veterano de guerra, a tal numerito…