Señor Presidente del Partido Popular, preocupa verle encaminado por la senda del sin complejos, intentando quedarse con el monopolio de la legitimidad constitucional y excluyendo a los demás contendientes con los que debería disputarse el favor de los electores, sin que valga arrojarles a las tinieblas del golpe de Estado.
En la imitación de Aznar, del que se declara devoto, debería ahorrarse sus peores defectos, entre los que figura la pretensión sectaria de radicalizar a sus rivales, como si así se ampliara el campo propio. Porque quien siembra cainismo, recogerá discordias.