Admirado Joan Manuel, nadie puede discutirle su trayectoria de civismo y riesgo, en contraste con la de tantos aprovechados del último minuto, que quieren redimir sus vidas de parásitos con entusiasmos sobrevenidos por el abandono de la ley, del Estatuto y de la Constitución, agarrados al mástil de la arbitrariedad multitudinaria incitada desde los balcones del poder por quienes se envuelven en la mentira provechosa.
Reciba nuestro reconocimiento por su defensa de las normas y de la concordia porque estas intentonas, como dijo Víctor Hugo, tienen sus días de llamas y sus años de humo.