Señor Presidente del Consejo de Ministros de Italia, la cuestión del déficit que presentaba el presupuesto de su país en claro desafío a las pautas de la Comisión Europea le había puesto en la disyuntiva de optar por la moral de la responsabilidad o dar un ¡viva Cartagena!.
Mejor para todos que haya prevalecido el sentido de la disciplina. Sepa que la renuncia no es una traición sino una hazaña del sentido común y del europeismo andante, más aún habida cuenta de los compañeros de viaje como Salvini. Cuente con nuestra gratitud. Vale.