Majestad, nos tenía advertidos Andrés Fernández Andrada en su ‘Epístola moral a Fabio’ que las ambiciones cortesanas prisiones son do el ambicioso muere. Pero el periodista Jamal Khashoggi no ha muerto de ambición en el consulado de Estambul, sino asesinado de manera atroz por un equipo enviado ex profeso desde Riad, que cumplía órdenes.
Ahora tendrá que echarle el muerto al príncipe heredero y condenar a quienes le obedecieron, o se verá precisado a abandonar el trono. Su condición de custodio de las dos mezquitas, que le reconoce el presidente turco Erdogan, no basta. Atentos.
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