Señor Presidente de Nicaragua, qué vergüenza empezar como guerrillero sandinista combatiente de la corrupta dictadura de Somoza para terminar siendo un discípulo aventajado, instalado en el abuso y el nepotismo y desencadenando la represión sangrienta de estos días, que suma ya una treintena de muertos.
Qué vergüenza malbaratar tantos esfuerzos generosos de tantos creyentes en la revolución traicionada. Qué desastre imaginar que la memoria de ese amado país deje de ser Rubén Darío o Sergio Ramírez y sea la de las armas disparadas contra el pueblo inerme.