-Le dices que te lo decomisaron en el aeropuerto. Lo traes para acá que yo te lo vendo y así “raspas” algo.
Le he escuchado varias veces a distinguidos especialistas españoles, que somos los cubanos quienes mejor hablamos el idioma en esta parte del océano y que, para colmos, empleamos vocablos en nuestra habla común que se remontan al castellano antiguo.
Aunque no alcanzamos la máxima puntuación de pureza porque incluimos varias palabritas del inglés como el socorrido “cake” o el “ok”, comparto tal criterio de los eruditos de la lengua luego conocer a latinoamericanos de casi todo el continente.
Lo más triste está llegando de la parentela y amigos desde el sur de la Florida: el incremento de la insoportable manía de mascar chiclets y celebraciones ajenas a nuestras tradiciones. El “Baby shower”, por ejemplo. Y no abundar mucho en los que aquí en la isla ya se despiden con el “bye”.
Aún así, por experiencia personal, cuando acudimos a esa suerte de jerga popular, ni el más docto logrará entendernos. Aseguran, al menos los españoles, que hablamos muy rápido, en flagrante atropello de las palabras, además de lo que “decimos” con las manos.
No muy lejos estamos con eso de “raspar” según los arquitectos del idioma en la Real Academia porque ya casi al final del dictamen aparece la aceptación de “vivir con el dinero justo, poder comprar sólo lo necesario”.
De modo y manera que no pocos en la isla se encuentran ahora mismo “raspando” un salario, pensión o jubilación en extremo insuficiente que, si se lo contamos al economista visitante, no podrá hallar en ese huracán de números el recurso necesario para sobrevivir.
-Mira, mamita -terminó puntualizando la incitadora- trae esas cosas para acá y ya verás si raspas o no.