Unos cuantos asombros, como ese del tripe salto donde oro, plata y bronce fueron al cuello de cubanos que competían bajo otras banderas, veintiuno en total con siete medallas: España, Portugal e Italia. Muchos fuera de la isla debieron extrañarse. Ningún cubano con los pies sobre la tierra alcanzó a verlo tan raro porque es testigo de cómo se va desangrando la isla en un éxodo sin precedentes.
De las más variadas formas, la gente, jóvenes en mayoría, se ha ido largando. A las buenas o a las malas, con cuantas justificaciones posibles o razones pueda elaborar una mente humana. Es que no faltan los que ponen pies en polvorosa y desde lejos muestran un inusitado fervor patriótico a prueba de bala con punta explosiva.
Tan amplia la partida que, como decía mi abuela, hay de todo como en botica.
En última instancia, lo de menos es eso de los tres condecorados, que ya el INDER, más que una institución dedicada al deporte se nos está mutando en una agencia de viajes. No señor, lo demás es que también lo hace el médico, el laboratorista, la enfermera, el especialista, cualquier universitario, el electricista del barrio junto al carpintero y el plomero, artistas y comediantes. Hasta el tonto de la vecindad que solía contar películas a su forma en la cola del pan viajó con el parole.
Problema más que serio este despoblamiento que ya se hace sentir en muy dañino efecto, completamente irreparable a corto plazo.
Varían las cifras de habitantes en la actualidad. La Oficina Nacional de Estadísticas e Información sostiene que poco menos de 10 millones, de 11,1 existentes en el 2021, mientras que otro economista especializado en demografía sostiene que tenemos 8,62 millones.
Importante saber al final cuántos somos y seremos si Dios quiere porque en algo están de acuerdo las partes, que la tendencia es el descenso en consecuencia del éxodo.