Y es que no se requiere de mucho esfuerzo de investigación para encontrar gentes en Cuba que viven en la más completa soledad, sin un familiar cercano y con uno que a cada rato le inquiera de manera capciosa desde lejos si es que pretende apagar la perpetua luz del faro de El Morro capitalino.
Cuando ocurre semejante pregunta, casi siempre en plena calle y no por casualidad en una esquina, se precisa de un mínimo conocimiento geográfico para ir ubicando a padres, hermanos, hijos, sobrinos, primos y tíos hasta culminar con otros del mismo árbol genealógico.
En mi caso, por ejemplo, el recorrido en el imaginario globo comienza con escala en Guatemala. Imposible no mencionar ese viaje del apóstol José Martí a lomo de bestia en 1877 por más de 300 km de pésimos caminos desde Puerto Barrios a Ciudad Guatemala donde se encontraría con aquella que “murió de amor”.
Casi después de medio siglo de separación pude visitar a parte de los míos. Inolvidable y conmovedor encontrar a grupo tan numeroso de familiares de más de una generación y un camposanto con panteón ya abarrotado, presidido por la abuela materna y otros fuertes pilares, además de una tumba en extremo sencilla y humilde, cortesía del alcalde de Santa Cruz Verapaz, allá por las montañas de Alta Verapaz, a casi kilómetro y medio de altura.
De la querida nación de la eterna primavera, el salto es hacia México, por Zamora, Michoacán de Ocampo. Par de buenos abrazos y bajar a Ciudad Panamá en camino a Miami, con paradas en diversos estados donde permanece el apellido. Algo más arriba, cruzando las famosas cataratas del Niágara, una estancia en la siempre helada Canadá con recorrido por los alrededores del Parlamento de Ottawa en busca del disfrute del entorno con un suculento chocolate.
Un breve descanso junto a los recuerdos de una finca donde nació, creció la familia y nadie pensaba entonces en buscar bienestar muy lejos de ella. Más aire caliente al globo y a cruzar el océano con vientos a favor hacia Europa. Obligatoria parada en España, en tierras valencianas donde el controvertido Mío Cid Rodrigo Díaz de Vivar hizo historia. Luego, como en el juego Capitolio, “de visita nada más” en Tarragona.
Por el aquello de Europa sin fronteras, una bandera y la misma moneda, estancias en Francia e Italia. Pastas y muy refinados platos contra jamones y lacones en desigual combate bajo arbitraje cubano. Sin mucha publicidad, un breve descenso sobre Moscú en pie de guerra, con esa consigna estalinista de Todo para el Frente y “dale pa’arriba que es hora del regreso”.
Así, rascando una cabeza sin caspa ni pelos, el urgente repaso al mapamundi e intentar no olvidar ningún puerto ni pariente para culminar con una brevísima respuesta también de esquina:
-¿La familia? Bien, gracias. Todos bien, gracias.