¡Qué calor! ¡Calificativos a la carta!

Desde el Malecón

¡Qué calor! ¡Calificativos a la carta!

Altas temperaturas, nunca sentidas por causa del domo atmosférico y otras de carácter propiamente humanas ante dificultades que no acaban de tener solución.

La Habana

En la Cuba de hoy, con todo el aquello de los desmanes del cambio climático, están aumentando los calores del medio ambiente, pero también los corporales.

Altas temperaturas, nunca sentidas por causa del domo atmosférico y otras de carácter propiamente humanas ante dificultades que no acaban de tener solución, que “calientan” a las personas. Apagones a las dos manos, para redondear.

Con respecto a las provenientes del clima, las autoridades sanitarias cursaron un grupo de recomendaciones de alerta a la ciudadanía para evitar males mayores, que la gente no se nos deshidrate en plena vía pública o que un golpe de calor le provoque un traslado inmediato hacia las pompas fúnebres.

Por fortuna para el buen hablar en nuestros niños, la tv prohíbe terminantemente el uso de palabrotas o aquellas que la abuela registraba como “malas palabras”, aunque en la calle estén esas letras de reguetoneros que más vulgares son difíciles de encontrar.

De lo contrario, el parte del tiempo en tv se vería salpicado de algunas porque esas de “altas temperaturas, “elevados valores” o “sensación térmica” no se ajustarían mucho a lo que ocurre ni padece el televidente.

Sólo cierta vez un comentarista de cine mudo, que hacía las voces de todos los actores, exaltado en la multitudinaria pelea organizada por El gordo y el Flaco, se le ocurrió lanzar una de marca mayor ante decenas de miles de infantes. Nunca más volvió al espacio televisivo La Comedia Silente. Fue tan vigorosa y memorable que aún no pocos cubanos la repiten en su hablar cotidiano para anunciar un mal momento: ¡De pinga, amiguitos!

Esto de las palabras obscenas al parecer es un problema de Estado. Todavía nadie en las esferas partidistas o gubernamentales a cualquier nivel se atreve a pronunciar esa histórica frase del comandante Juan Almeida cuando en el momento del desembarco del yate Granma en diciembre de 1956 fueron sorprendidos por el ejército. Alguien gritó que había que rendirse. “¡Aquí no se rinde nadie, cojones!”, vociferó el bravo y muy respetado guerrillero, el único al que Fidel Castro no podía alzarle la voz.

Entre tanto, la NASA acaba de registrar una inédita llamarada solar. Vaya usted a saber si llegó directamente a la isla y no nos hemos enterado por censurar la tragedia para que no cundiera el pánico.

Un calor y malestar con sustantivo o adjetivo al gusto del consumidor. Todo dependerá del lugar, el momento y las circunstancias…

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