Prohibido hablar de azúcar

Cuba

Prohibido hablar de azúcar

Un oasis de eficiencia en la Cuba del caos: el centro de colaboración para la atención integral al diabético.

Centro de colaboración para la atención integral al diabético (Cuba)
Centro de colaboración para la atención integral al diabético (Cuba)

Lo primerísimo que sorprende a cualquier cubano común y corriente cuando entra a ese Centro para diabéticos es que ha llegado a un sitio que funciona como un mecanismo de relojería. Y si a ello sumamos  profesionalidad,  competencia, organización, limpieza y  buen trato, uno se pregunta si realmente está en Cuba donde nada o casi nada funciona por quince razones fundamentadas.

Mejor presentarse en carácter anónimo, como paciente. Solicitar oficialmente un interés periodístico tal vez hubiera resultado imposible dado el burocrático proceso de consultas y demás requisitos  con ruta final en el despacho del propio ministro de Salud Pública ocupado quizás en otros menesteres de urgencia en cualquier hospital.

Además, las visitas anunciadas suelen ser una mascarada en muchos casos porque se exceden los visitados en mostrar una imagen que no es la real. Pregúntele al ex dirigente partidista Lázaro Expósito en Santiago de Cuba las ventajas de aparecer por sorpresa.

Con puntualidad británica, aspecto también insólito en ese sector y otras tantas dependencias gubernamentales, llega la guía Maritza, nos hace sentar a todos en cómodos balances en una casona antes aristocrática de la barriada  capitalina del Vedado y hoy Centro de Colaboración para la Atención Integral al Diabético, para con no fingida dulzura, tanto o más que una especialista turística que recita de memoria la historia del Morro, explicar cómo será todo ese proceso de ingreso diurno por espacio de una semana en que desayuno, merienda y almuerzo (comida) irán a cuenta del Centro.

Así, en fila india, uno por uno ante personal de recepción, especialistas, laboratoristas, clínicos, electrocardiogramas, nutricionistas, oftalmólogos, psicólogos y otros tantos se va conformando una historia clínica que durante siete días enseñará los buenos hábitos y corregirá los defectos para una mejor calidad de vida en un grupo de veinte pacientes donde son mayoría los de la tercera edad  más par de jóvenes veinteañeros.

Es que, hasta el custodio uniformado de color carmelita, con cara del malo sacado de un spaghetti western, con su andar huracanado, aparece sonriente en cualquier lugar y una  necesaria indicación.

Y, como para confirmar que no soñamos, que estamos en Cubita bella e inflacionaria, sumergida en dificultades y carencias de todo tipo, alguien del grupo recomienda comer  ensaladas de vegetales frescos sin límites, salta un paciente octogenario y débil visual para exclamar hacia donde proviene la sugerencia:

-¡Y con lo caro que están!

Acostumbrado por decenios a ver anuncios, banderas, cuadros o placas en otros lugares que si centro vanguardia nacional, de referencia, tradición heroica, unidad modelo, mambises del siglo XXI y otras ocurrencias emulativas sindicales por el estilo, no se aprecia estímulo alguno que bien lo merecen y no por una primera visita, sino por testimonios constatados.

Tal vez no sea necesario porque el mérito lo llevan todos en sus corazones…

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