El lapso mostró tres tendencias en lo que toca a los resultados
Uno, ascendente, de 1959 a finales de los ´60. Un segundo, turbulento e inflexivo hasta 1984 y uno, final y retrógrado, desde ese año hasta 1998. De 1989 a 1992 hubo un intento –ya referido- de relanzamiento nacional por vía de la economía, lamentablemente fallido.
Mucho de lo que se asocia a Puntofijo es radicalmente una “Transición Retrógrada”
Vientos traen tempestades: la deserción de Caldera I; la opulencia y desmadre de CAP I, el Modelo SADIM (Midas al revés) de Luis Herrera C., la permanente “euforia” de Lusinchi y su damisela; las “turbulencias” de CAP II y el “autogobierno” de Caldera II.
No solo eso. Los intentos de reforma nunca fueron consistentes
Triste historia. Nunca una “imagen objetivo”. Menos, un acuerdo de salvamento de parte del estrato político. ¿Y los planes quinquenales? Inefectividad en la realización: ¡Comisión de Finanzas del Congreso (concreción del presupuesto) mata plan!, se decía.
Dicho en términos marineros, era navegación sin rumbo ni bitácora
¿Cuál resultado favorable se podía esperar, entonces? Agréguesele un fabulador sagaz en tal entorno, con respaldo de zorros viejos y mañosos y tenía que resultar un “parto de los montes”. El músculo democrático estaba agobiado y “se acabó lo que se daba”.
La esperanza era vana y duró poco
El proceso que sucedió el referido a partir de 1999 dio muestras de su anomalía muy temprano y se aguzó en tres años, al extremo de una crisis que representó un salto relevante a un autoritarismo creciente y un serio conflicto político continuo.
En el lapso no hubo el manejo deliberado a la consolidación de la democracia
No hubo largo plazo. No hubo estrategia. El Pacto feneció pronto. Los sucesivos gobiernos no representaron la continuidad de la intención inicial. No hubo asiduidad. Por tanto, no hubo permanencia. Esas aguas trajeron los lodos conocidos. ¡Reconozcamos el fracaso!