Durante la guerra entre Etiopía, entonces con el apellido Socialista, contra su vecina Somalia por el control del desierto del Ogadén (1977-78) y en el que las fuerzas cubanas jugaron un papel decisivo en la victoria a favor de un rufián llamado Mengistu Haile Mariam, me encontraba allí como soldado explorador. Cierta noche, y gracias a la diminuta bombilla de un equipo óptico, le explicaba a un compañero que lo más fácil del mundo era escribir un poema. Busqué un trozo de papel y escribí algo así como “Grillos del desierto, como ustedes también lanzaremos nuestro grito de guerra”. Animados por una pasajera emoción, enviamos el poema a una revista literaria cubana. Meses después me respondieron, casi tajantemente, que me dedicara a otra cosa.
Casi cuarenta años más tarde, otro grillo guerrero se entrecruza en mi camino: el supuesto protagonista de los ataques bautizados como “sónicos” contra diplomáticos estadounidenses y canadienses radicados en la Habana y que han debido ser evacuados por trastornos cerebrales, entre otros.
Dos especialistas internacionales de EEUU han escuchado la cinta que las autoridades cubanas le hicieron llegar a la Associeted Press (AP) y han concluido que se trata del cantar, tal vez de una “grilla” en celo, denominada científicamente Anurogryllus Celerinictus.
Otro cuento más, como el de Las mil y una noches, para cubrir con el manto de las hipótesis la verdadera razón de tan enigmático incidente.
Estoy pensando muy seriamente volver a escribir otro poema.