Otra historia del Niño Jesús

Cuba

Otra historia del Niño Jesús

La imagen del Rey de Reyes llegó a casa como parte de ese voluminoso cargamento de piezas de todo tipo que familiares y amigos nos dejan en custodia en razón de su partida básicamente hacia Miami.

Lili, la rescatista
Lili, la rescatista

Alrededor del niño de Nazaret, parido por la Virgen María sin pecado concebido, para ir colocando las cosas en su justo lugar, hay muchas historias convencionales, bíblicas y hasta en aquellos ateos que se van de copas y les da por hacer el cuento a sus alcohólicas maneras.

La mía, acaba de engrosar el listado. Una pieza de porcelana, de incalculable valor del siglo XIX a punto de tomar el camino hacia el basurero provincial habanero, un peculiar pesebre inundado de ratas, pestilencias además de llamas provocadas por el fuerte sol y la descomposición.

Seré breve por alergia a las milongas. La imagen del Rey de Reyes llegó a casa como parte de ese voluminoso cargamento de piezas de todo tipo que familiares y amigos nos dejan en custodia en razón de su partida básicamente hacia Miami.

Y ahí estaba el de Belén que, por olvido y desconocimiento de la persona encargada de cuidarlo, lo encontró tirado en un rincón para optar por enviar “el muñeco” a la basura. Tenía una manita lesionada y “eso de guardar cosas rotas trae mala suerte”.

De algo valieron aquellos estudios iniciales en una de las mejores escuelas católicas existentes antes de la revolución de 1959: Hermanos Maristas, fundado por el santo Marcelino Champagnat. Ya en el contenedor de basura se procedió a su búsqueda y rescate cuando algo molesto rectifiqué que no se trataba de un muñeco, que estaban tirando una auténtica obra de arte venerada por ancestros asturianos.

Le llegó el alma al cuerpo a María, no la virgen, sino la propietaria, heredera de la pieza que perteneciera a su bisabuela, cuando hubo que contarle lo sucedido y el espantoso itinerario que le tocaría al Niño Jesús de La Habana porque, que se sepa, el de Atocha tuvo mejor recorrido como otros tantos como el de Praga, para no ir muy lejos.

Invitado al acontecimiento de reaparición, mi amigo el cura párroco no quiso hacer declaraciones públicas. Se limitó a anunciar la cercanía de un milagro agradecido mientras contemplaba con emoción la infantil figura ya bendecida.

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