La refundación del PSOE no puede limitarse a buscar un líder joven. La batalla de las urnas se gana en la calle. Hace ya tiempo, muchos años incluso, que los partidos socialdemócratas europeos abandonaron la reivindicación de sus principios fundacionales. O eso dicen algunos expertos que encuentran la raíz de la debacle electoral que sufren en casi toda Europa en unos líderes que abrazaron con demasiada fe, y muy poco análisis el recetario económico de los ‘neocons’. Antes, incluso, de que la crisis trajera los recortes sociales y el desmantelamiento sistemático del estado del bienestar.
En España, por ejemplo, hubo un líder que aseguraba que «bajar impuestos era de izquierdas». Y quizá lo fuese en aquellos años, de cierta prosperidad aparente, en que las elecciones se ganaban desde la televisión y ‘capturando’ el centro. De ahí que las estrategias de PSOE y PP, fueran tan similares en lo esencial. De ahí que, a las nuevas generaciones, que ven la ‘transición’ en clave de historieta perteneciente a un pasado desconocido, les parezca que ambos partido son las dos caras de una misma moneda.
¿Puede el PSOE cambiar esa impresión sólo con una ‘revolución’ en la forma de elegir al próximo líder? Mi opinión es que no. Y quizá bastase con tener presente lo que ha sucedido en Francia para intuir que con un cambio de cartel electoral no habrá bastante para reconquistar a los ciudadanos.
Hace tres años, François Hollande, gano unas ‘modélicas’ primarias abiertas convocadas por los socialistas franceses que, tras años de morder el polvo, querían ‘abrirse a la sociedad’.
Lo cierto es que el ‘invento’ pareció funcionar, cuando este líder tan poco carismático derrotó a Nicolas Sarkozy en las siguientes elecciones presidenciales y reconquistó el poder para su partido. Eso sucedió hace sólo dos años. Entonces un 51,63% de los votantes franceses confiaron en el político socialista.
Pues bien, en sólo dos años la situación ha cambiado tan radicalmente que Hollande, hasta tiene complicado repetir como candidato de su partido en las próximas presidenciales. El líder socialista ha dilapidado por completo la confianza que los franceses depositaron en él y, de paso, la ilusión de algunos sectores progresistas europeos que consideraron su victoria como un posible principio del fin de los tiempos oscuros marcados por el reinado de Angela Merkel en la Unión Europea.
Y, ¿cuál es el motivo de semejante debacle? Pues parece algo tan sencillo como no haber cumplido lo que prometió en la campaña electoral. Una vez que llegó al poder. Tan simple, como haber hecho una política radicalmente contraria a la que dijo estar dispuesto a hacer. Y también, claro, que nadie le cree cuando dice que no ha tenido otro remedio porque las cosas estaban mucho peor de lo que él creía. ¿Les suena? Hay muchos presidentes de gobierno que actúan así.
Aunque no hay moraleja porque es imposible establecer comparaciones fiables entre dos sociedades tan diferentes como la francesa y la española, tal vez no estaría de más tener en cuenta estos antecedentes a la hora de hacer un posible propósito de enmienda.
Sucede que, hoy por hoy, a los grupos políticos que han sustentado el sistema durante años no les basta ya para mantener el poder con un cambio de imagen, o unas cuantas medidas de corte ‘peronista’ para beneficiar a colectivos concretos en busca de puñados de votos. Las cosas se han puesto muy mal y a los políticos les toca solucionarlas. Sí o sí.
Lo cierto es que, al menos desde mi punto de vista, el verdadero mensaje que los votantes españoles, y los de otros países de la UE, han enviado a los líderes de los partidos tradicionales es que empieza a haber una creciente masa de ciudadanos dispuesta a ir a las urnas para sacarles del poder. Y, a la vez, que cada vez son menos los que harían lo mismo para ayudarles a conservarlo.
Esto se ha puesto feo de verdad y los ciudadanos quieren soluciones. Muchos de ellos, sobre todo los más jóvenes, están hartos de que se les venda sistemáticamente humo. Y han perdido el miedo a ejercer su derecho democrático a exigir lo que merecen.
Quieren, de una vez por todas, unos representante que se tome en serio el mandato que reciben de las urnas y hagan política para mejorar la vida de la población. Justo aquello que ni el PSOE ni el PP les han proporcionado en los últimos años.
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El mensaje de las urnas
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