¿Cuándo se jodió Europa?

Mi jefe dice...

¿Cuándo se jodió Europa?

Bandera de la Unión Europea

Los europeos cada vez confían menos en la Unión Europea. La enorme abstención y la caída de las formaciones tradicionales entre aquellos que sí han votado descubre una fuerte animadversión hacia el austericidio de Merkel. Las elecciones europeas han arrojado unos resultados curiosos. Y decididamente escépticos para con el futuro de la unión. Le Pen ha arrasado en Francia. Syriza ha arrasado en Grecia. El bipartidismo ha perdido más de cinco millones de votos en España. En Italia el Movimiento Cinco Estrellas ha quedado en segundo lugar. En Alemania los euroescépticos han conseguido acceder a Estrasburgo y en el Reino Unido han sido los más votados. Así que no he podido evitar acordarme del tipo que protagoniza Conversaciones en la catedral, de Mario Vargas Llosa, cuando se pregunta cuándo se jodió el Perú.

Según mi jefe, que ha sido consultado para tratar de resolver la duda, Europa se empieza a joder en la década de los 90 por dos factores. El primero es la incapacidad para asimilar la unificación alemana. Ni sus protagonistas ni el resto de europeos, dice, pudimos hacernos a la idea de esta nueva realidad. El segundo tiene que ver con los mercados financieros y, más concretamente, con su universalización y liberalización. Así se traicionó a Schuman y a Monnet, que habían pensado en una Europa solidaria y social.

Medio siglo después, la Unión Europea escenifica una insolidaridad social palmaria. Por eso han surgido los partidos contrarios a Europa. El caso de Francia -y no sólo por ser el corazón mismo de ese proyecto continental- es paradigmático: Le Pen se ha adueñado de los miedos de una clase trabajadora tradicional que teme por su futuro laboral ante un clima de deterioro de las condiciones sociales. Así, la extrema derecha gala se ha hecho también dueña del discurso de la izquierda obrerista que imperaba en algunos grandes partidos franceses hasta no hace mucho.

En cuanto a España, mi jefe piensa que difícilmente se podía haber producido otra cosa. No existe confianza en el PP. Tampoco en el PSOE, que ha sido el más perjudicado de todos pese a llevar años al margen de cualquier gestión económica. La ciudadanía ha buscado alternativas y las ha encontrado en lugares como Podemos, un partido que se ha configurado hace menos de seis meses y que ya ha obtenido más de un millón de votos.

A modo de conclusión, dos apuntes. El primero es que todo esto no deja de ser una buena noticia. Estos comicios, y sus resultados, demuestran que pese a la enorme abstención registrada sí se palpa un sentimiento de animadversión al austericidio llegado desde Alemania. El segundo tiene que ver con un hecho lamentable que también, a su manera, demuestra que Europa anda bien jodida: cómo algunos utilizan las enfermedades mentales de otros para auparse. Hablamos, claro, de ERC y Maragall. De vergüenza ajena.

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