La derrota de Ignacio González frente a la ‘Marea Blanca’ en la batalla de la privatización sanitaria ha generado algunas interpretaciones imaginativas. Al final, los deseos de Ignacio González de privatizar, casi a cualquier precio, la gestión de seis hospitales y un número indeterminado de centros de salud de barrio no se verán satisfechos. Tras sufrir un nuevo varapalo judicial, el presidente de la Comunidad de Madrid ha optado por ‘aceptar’ la dimisión de su polémico consejero de Sanidad, Javier Fernández Lasquetty y abandonar un proyecto, que puso en marcha su antigua jefa Esperanza Aguirre y él había convertido en prioritario.
Esta derrota, que ha revalidado la importancia de la movilización popular como forma de presión, aleja, por el momento, a las empresas privadas del negocio sanitario. Y frena la expansión por toda España de un modelo que aseguraba voluminosas ganancias a sus impulsores. Las grandes compañías multinacionales del sector son, además, un grupo de excepcional potencia, más que acostumbrado a tomar iniciativas políticas para defender sus intereses.
Se asegura, por ejemplo, que el combativo ‘Tea Party’ estadounidense, surgió en un laboratorio de este ‘lobby’ que financió su nacimiento con el único propósito de frenar la reforma sanitaria de Barack Obama. Un proyecto de universalizar la salud que, sobre todo, pretendía introducir competencia ‘pública’ en un sector acostumbrado a fijar los precios de sus servicios sin apenas medida.
¿Suena a teoría de la conspiración? Probablemente. Pero, lo que sí es cierto, es que el modelo sanitario que González y otros políticos del PP introdujeron en España y pretendían extender generaba una oportunidad de negocio clara para una serie de grupos empresariales muy relacionados con este partido, que han dado trabajo a muchos antiguos altos cargos públicos.
De ahí que, en estos días, algún imaginativo bromista asegura que si, de verdad, existe esa multinacional del poder y los grandes negocios que muchos columnistas relacionan con cónclaves como el ‘Club de Bilderberg’, donde se reúnen destacados líderes políticos y económicos mundiales para diseñar el futuro de la humanidad, sus jefes de filas deben estar más que decepcionados con el PP madrileño.
A alguno, hasta le puede resultar imposible entender que un partido que contaba con mayoría absoluta en la Comunidad y el país y una mano casi ‘omnipotente’ para inclinar a su favor las decisiones judiciales, haya sido incapaz de llevar a cabo el proyecto de privatizar la sanidad y asegurarles el esperado negocio.
Un plan perfectamente trazado que ha entrado en barrena por culpa de las movilizaciones de unos cuántos médicos y profesionales del sector, muchos de los cuáles ‘simpatizaban’ históricamente por el PP y un ‘grupete’ de jueces locales de poca monta. En fin, que el presidente madrileño habría decepcionado a sus ‘hipotéticos’ jefes.
Y ¿qué hará ahora Ignacio González tras esta nueva derrota que se suma a otros fracasos recientes como el abrupto final del proyecto Eurovegas? Algunos analistas de salón, con pocas pruebas y bastante mala intención, aseguran que el presidente madrileño se dedicará a ‘empeorar’ todo lo que pueda la sanidad pública. Aunque sólo sea para que quede claro que su plan de privatizaciones de hospitales era una solución mejor para asegurar una asistencia sanitaria de calidad a los madrileños.
Lo malo es que incluso si esa improbable maldad, que algunos intentan convertir en rumor, fuera cierta, no serviría, al menos a corto plazo, para aclarar el futuro político del antiguo delfín de Esperanza Aguirre.
Hasta el dimitido Lasquetty puede tenerlo mejor, porque al menos ha sido capaz de ‘autoinmolarse’ por la causa y ha demostrado una lealtad total al partido que cuando menos pueden servirle para mantener un cierto prestigio de puertas para dentro.
Pero González tendrá que trabajar mucho si quiere superar esta situación. Porque sus proyectos no eran prioritarios para el PP nacional y,sin embargo, han dividido a la base electoral conservadora del partido y complicado aún más las futuras expectativas de voto de esta formación política.
Sin contar con que, si hubiera algo de cierto en la broma del Club de Bilderberg a la que hacíamos referencia antes, los supuestos ‘jefes’ impulsores de este proyecto de negocio global que alguna mente calenturienta se ha inventado, no volverían a contar con él.
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Los ‘jefes’ de Ignacio González
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