Dos mil trece se despide sin el menor atisbo de nostalgia. Casi podríamos decir nada, lo que deja como positivo en el recuerdo. Dos mil trece comenzó con pocas ilusiones en el ambiente y se despide sin el menor atisbo de nostalgia. Es verdad que a pesar del mal fario de llevar un trece en su nombre no fue de los peores en cuanto a catástrofes naturales, pero en su conjunto es poco, casi podríamos decir nada, lo que deja como positivo en el recuerdo. Y especialmente para los españoles que por mucho que intenten alardear el Gobierno y defender sus “hooligans”, no tenemos ni un solo argumento en su defensa.
Y es que, bien mirado, nada está mejor en nuestro entorno que hace doce meses. La macroeconomía quizás, lo mismo que las exportaciones y el turismo. Pero para los ciudadanos, que al fin y a la postre somos los que tenemos la razón colectiva de disfrutar o sufrir, en la actualidad más de esto último bien es cierto, nada ha mejorado en nuestras vidas. Los precios han subido, la electricidad por ejemplo, el poder adquisitivo ha bajado, hasta el salario mínimo congelado en los niveles europeos más bajos, y para colmo hasta las libertades ya conseguidas para expresarse se resienten.
No hay euforia ni siquiera entre quienes tendrían que disfrutar viendo como el país avanza en su retroceso. La alegría de vivir el tránsito a la modernidad se ha evaporado en medio de una sensación de fracaso colectivo incluso en algo tan elemental como es la convivencia. Por algo debe de ser que muchos vuelcan su esfuerzo y cifran su ilusión en independizarse, como si eso fuese el remedio para unos males que entre todos, gracias al principio de que la unión hace la fuerza, deberíamos afrontar con mayores garantías de éxito.
Soñemos por unas horas que dos mil catorce nos deparará un balance mejor. A ver si los buenos deseos que hoy nos estamos entrecruzando se quedan en algo más que palabras tópicas y la actitud general, empezando por la de quienes nos administran con tan cortas, retroactivas e interesadas miras, cambia y se vuelve más realista y solidaria. Adiós sin nostalgia, repito, dos mil trece, el año que España se deprimió ante los problemas económicos de sus habitantes y la debilidad de sus autoridades ante quienes sueñan con el retorno de la Inquisición.
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Adiós sin nostalgia
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