Pocas veces ha tenido la oposición madrileña una situación donde la debilidad del PP fuera tan acusada. Y, sin embargo, no parece que vaya a ser capaz de aprovechar esta ventaja. «Ni está ni se le espera…», la famosa frase pronunciada por Sabino Fernández Campo, jefe de la Casa del Rey, en aquel lejano 23F donde la democracia española estuvo en juego, podría aplicarse ahora a la oposición madrileña. Si en su versión original, referida a la actitud de Juan Carlos I con respecto a la revuelta militar, tal vez contribuyó a frenar un golpe de Estado, ahora podría describir lo que piensan muchos ciudadanos de la desnortada oposición madrileña, incapaz de rentabilidad el creciente descontento de la población con las políticas aplicadas por el PP y con Ignacio González y Ana Botella, dos dirigentes que consiguieron el poder que ahora ostentan en la Comunidad y el Ayuntamiento, respectivamente, sin ganar las elecciones.
Poco se puede decir nuevo sobre la desastrosa gestión desarrollada por ambos, pero quizá no esté de más recordar que no es fácil encontrar en la historia de la democracia dos líderes que hayan conseguido enfrentarse con tantos colectivos distintos. La lista es interminable, y no para de crecer. Los maestros, los sanitarios, los empleados del metro y la EMT, los barrenderos, los empresarios de la noche, los inquilinos de las viviendas sociales…
Y así hasta el infinito. Sin contar la absoluta falta de sensibilidad demostrada por ambos ante el ‘sufrimiento’ que provocan en los colectivos más desfavorecidos y castigados tanto por la crisis general que padece España, como por el resultado directo de la acción devastadora de Botella y González. Baste un ejemplo reciente para ilustrar las prioridades políticas de este dúo. La alcaldesa, según publicaba ‘El Mundo’ hace unos días, no tiene problemas en usar 18 millones de euros asignados para la ayuda a los dependientes en liquidar una partida de intereses de demora derivados de la deuda que mantiene con los proveedores.
Además, incluso en los grupos más cercanos al PP, y entre sus votantes clásicos González y Botella, pierden apoyos a toda velocidad. Y ni el uno ni la otra han conseguido sacar adelante los ‘proyectos estrella’ que daban un cierto sentido a su acción política. Ni se continua con el proyecto de privatización de la Sanidad, parado en los tribunales, ni Madrid ha conseguido ser sede de unos juegos olímpicos. Mientras tanto, crece el malestar y aumentan las movilizaciones de grupos de trabajadores agraviados, a la par que casi un par de veces por semana hay noticias de nuevos atentados administrativos cometidos contra los madrileños.
Uno diría que con lo expuesto hasta ahora tendría que ser suficiente para que la oposición se encontrara a las puertas de obtener en las próximas elecciones la mayor victoria de la serie histórica. Y, sin embargo, no es eso, lo que se refleja en las encuestas. La decaída oposición madrileña sin líderes capaces de ganarse la confianza de esa creciente masa de votantes descontentos, ni programas alternativos que expliquen cómo hacer frente a los problemas desde ópticas distintas, quizá logre consiga el poder, pero con dificultades y por medio de pactos tripartitos.
Una cosecha tan pobre que quizá debería animarles a emprender más pronto que tarde la renovación pendiente. De ideas, por supuesto, pero también de líderes. Lo malo es que, por el momento, como decíamos al principio de este artículo, «ni están ni se les espera».
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Ni está ni se le espera…
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