Los grandes rabadanes del G-8, Vladimir Putin recién divorciado incluido en el cónclave, reunidos estos días pasados en Irlanda del Norte, en esta ocasión han conseguido, ya era hora, ponerse de acuerdo en algo. Bueno quiero decir que han conseguido ponerse de acuerdo en algo, lo cual quizás no sea nuevo, pero sí llevarlo a la práctica. Otras veces sus acuerdos se han se quedado en comunicados rimbombantes, o sea en papel mojado, como va a ocurrir con su orden de acabar con los paraísos fiscales gracias a la cual han justificado su viaje hasta Belfast.
Aunque estuve allí siguiendo a prudente distancia el acontecimiento y viví algunas escenas de la Cumbre en vivo y directo, ignoro cuanto tiempo les habrá llevado consensuar su presencia ante las cámaras sin corbatas y en varios momentos incluso en mangas de camisa. ¡Qué detalle, tú! Mostrarse como ciudadanos normales, en ropa de faena, aparentemente agobiados por un calor que, de eso si puedo dar fe con pelos y señales, en ningún momento se hizo notar. Antes al contrario.
Todos los días de la reunión llovió y todos los días la temperatura fue más que fresquita. A ratos fría, muy fría. No debió resultarles fácil el acuerdo, repito, porque algunos procedían de climas menos hostiles y el riesgo de coger una pulmonía lo tuvieron que afrontar la mar de sonrientes. Pero la imagen que dieron no la mejoran ni Bush ni Aznar conversando con los pies encima de la mesa en Texas. Tal parecía que allí, en buena parte del tiempo rodeados de niños, esos sí bien encorbatados, parecían ciudadanos normales, ay digo. Obama personalmente parecía ser el que capitalizaba semejante éxito.
En fin, que deseo fervientemente que ese ejemplo para llegar a acuerdos, y sobre todo para desterrar la corbata cunda y pronto porque en España acuerdos faltan y corbatas sobran. Prescindir de ellas será una manera de parecer modernos y exhibir la austeridad que corroe nuestros vestuarios. Yo personalmente, como soy muy influenciable, estoy deseando mandar a la basura todas las que tengo.