Madrid. El Madrid financiero es, desde primera hora de la tarde, un hervidero. Muy pronto hubo ya llamad que anticipaban que Miguel Blesa quizá dormiría en prisión. Ahora, los conspiradores más osados creen que la justicia impulsará el ‘caso Rato’, que parecía dormido en los últimos tiempos.
Al ex presidente de Caja Madrid que hoy ha ‘pagado’ una cuantiosa factura por la operación con el City National Bank de Florida, aún le queda otra parte fundamental del caso. La relacionada con los créditos concedidos a Gerardo Díaz Ferrán y sus familiares. Unos préstamos irregulares que la entidad de crédito otorgó a uno de sus consejeros y sobre los que planea, indefectiblemente, las sombra de Esperanza Aguirre, principal valedora del empresario y emperatriz de la caja, desde su puesto de presidenta de la Comunidad de Madrid.
De hecho, el ‘via crucis’ de Blesa podría tener su origen en el deseo de otro ex presidente de Caja Madrid, Rodrigo Rato, de mantener vivo en los juzgados el rastro de las operaciones de dudosa legalidad que se hicieron en el periodo anterior a su llegada, de modo que sí, como decíamos dos párrafos más arriba, su caso se reactiva, y la más que dudosa salida a Bolsa de Bankia le cuesta cara, no sería el único en verse implicado.
El peligro se cierne, por supuesto, sobre el PP. El de Aznar, el de Aguirre y el de Rajoy. Pero también sobre otras formaciones políticas madrileñas y los sindicatos mayoritarios. De algún modo, en la revisión de los años de Blesa al frente de la caja, todos estas instituciones van a quedar ‘retratadas’. Sobre todo, porque el entonces presidente consiguió una inusitada tranquilidad para operar basada en que todos estaban en el ajo. De una u otra forma.
Ese es, al menos, uno de los cuentos que cuentan los analistas diletantes que, en momentos como este, surgen en cada esquina de la Villa y Corte. Con versiones para todos los gustos y tendencias políticas. Relatos, algunos interesados y otros no, que intentan explicar que quizá este momento, evidentemente histórico, sea el punto de partida, al menos en el sector financiero, de esa lluvia intensa que predijo Pablo Guerrero, en los años sesenta y que, por ahora, no ha caído aún por estos lares.