¡Ojalá acierten! Esperemos que las palabras optimistas sobre el futuro de la economía que en la última semana han lanzado al aire los responsables de alguna de las principales empresas españolas se conviertan en algo más que la manifestación de sus buenos deseos y esperanzas.
¡Ojalá mejore la situación! Y como han expresado Botín, Alierta, Sánchez Galán y otros tantos, ya hayamos tocado fondo y a partir del segundo trimestre de este mismo año vuelva el crecimiento económico a España y sea posible, cuando menos, que el país entre en una situación de creación neta de empleo que termine con la devastadora tendencia actual.
¡Ojalá hayamos tocado fondo! Confiemos en que estos buenos augurios, basados en la intuición de estos gestores laureados y sus gabinetes de estudios no obedezcan sólo a la necesidad que sus propias empresas tienen de que cambie la actual situación, porque en caso contrario su propia supervivencia empezará a estar seriamente amenazada.
¡Ojalá comience la remontada! Porque lo cierto es que seguir sin otra alternativa que la catástrofe es ya casi imposible. Quedan ya muy pocas posibilidades de reestructurar plantillas o aplicar recortes sin arriesgarse a un estallido social de consecuencias que puede llevarse por delante muchas más cosas de las que algunos parecen creer.
¡Ojalá esta vez sea verdad! Al menos, en ocasiones anteriores no había un consenso tan amplio y extendido entre los grandes empresarios sobre esa, aún lejana, pero ya según dicen perceptible, débil lucecilla que estaría brillando en algún punto de este remoto túnel del horror.empiecen a crearse unos cuántos empleos oque se vean cumplidos y no sea simplemente la imperiosa necesidad de que sea verdad. Esta vez hay un cierto consenso entre ellos ojala que acierten.
Y…¡Ojalá que nadie lo estropee! Porque lo malo de todo esto es que no hace tanto que sucedió algo parecido. Lo cierto es que hubo un inicio de repunte y, entonces, entre Merkel, la troika y los más que obedientes políticos españoles, los zapateros y los rajoys, todo volvió a venirse abajo a base de recortes indiscriminados, políticas de austeridad aplicadas a destiempo y medicinas que empeoraron al enfermo.