Aquí nadie se asusta ya de nada. El entramado empresarial y financiero montado por Gerardo Díaz Ferrán con sus compinches para largarse con dinero de sus empresas, dejar en el paro a los trabajadores y sin cobrar a los acreedores antes de echar a correr en el yate, es para ponerse a temblar. Pero nadie parece inquietarse, ni morirse de vergüenza como pareciera que deberían hacer algunos empresarios que tuvieron al presunto delincuente como presidente, imagen y ejemplo, además de más de un conspicuo dirigente de banca.
Menuda imagen para España ahora que el Gobierno asegura que se esfuerza por recuperarla, aunque visto lo que se está viendo más que para recuperarla para sacarla del fango en que algunos desaprensivos la han sepultado. Montoro, que como hombre de fe debe de creer aún en los Reyes Magos, pensó que podría recuperar los millones de los evasores, a buen seguro que todos ellos muy patriotas y defensores de la unidad de España aunque con las cuentas en Suiza. Pero como la ingenuidad del ministro de Hacienda falló, claro, pues lo que han hecho Montoro, Báñez y compañía es pasarle el problema a los sufridos pensionistas.
Hay que reducir el déficit y como los caraduras que se llevaron la pasta fuera no se arrepienten ni se ve manera de enchiquerarlos, pues ¡ala!, a recortar a los viejecitos sus exiguas pensiones para compensar el presupuesto. No pasa nada si se mantiene la tesis de que paguen unos por otros, y si los que pagan son los pobres por los ricos, pues mejor porque los pobres no ejercen influencias políticas, votan lo mismo por mucho que les maltraten y últimamente, además, protestan menos. Aparte que Díaz Ferrán y su corte de presuntos delincuentes financieros deben un montón de millones a ciertos bancos medio quebrados.
Son deudas que ellos no van a pagar, ¡qué va!, porque su ingeniería financiera ya ha tomado la precaución de esfumar el patrimonio que podía responder por ellas. Pero los bancos se encargarán con sus recursos legales de no perder ese dinero que los empresarios de momento encarcelados guardan en paraísos fiscales, en las casas de sus fieles secretarias o convertidos en bloques de oro. Quienes se encargarán de reponérselo serán, así son las cosas por estos pagos, los ciudadanos, mayormente los de condición más humilde, los que indirectamente y a través de sus ivas crecientes les sacarán del atolladero en que se metieron fijándose sólo en los cuellos almidonados de clientes de tan dudosa calaña.
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Delincuentes de cuello almidonado
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