La caída de Esperanza Aguirre, totalmente inesperada, ha transformado por completo los usos y costumbres de la militancia madrileña del Partido Popular, un colectivo en el que aún tanto los partidarios como los detractores de la ex presidenta de la Comunidad siguen en estado de ‘shock’.
Pero los críticos de la lideresa, que los tiene y muchos, están muy envalentonados y se permiten difundir versiones de lo que de verdad ha pasado y pasa todavía en este gallinero cada vez más fuera de control en el que se convierte por momentos esta agrupación política en la Villa y Corte.
Ahora, tras el anuncio realizado por Ignacio González sobre la composición de su primer Gobierno, los analistas lenguaraces de barra de bar aseguran, sin aportar mayores pruebas de que su versión sea correcta, que bien pudiera ser que a Esperanza Aguirre al final le hubiera pasado facturas su poco disimulado endiosamiento y la manera displicente con la que trataba a todo el mundo.
A Antonio Beteta, por ejemplo, un hombre que le fue muy fiel, incluso a la hora de realizar trabajos poco limpios como la gestión del ‘tamayazo’ o el control político de las decisiones financieras que se tomaban en Caja Madrid. Sin embargo, sin que nadie sepa porque aún, Esperanza degradó luego a este zar de las finanzas madrileñas. Le arrebató la Consejería de Economía, le puso en Transportes y le obligó a recibir órdenes del recién defenestrado Percival Manglano.
Demasiado para un fiel veterano pata negra como él, muy querido en las agrupaciones del PP madrileño. Pero hubo más. Cuando Cristóbal Montoro acudió a su rescate y le dio un cargo en el Gobierno de España, Esperanza sacó las facturas que había guardado en el cajón para mantener su medalla de oro en la competición de la reducción del déficit, revisó la cifra al alza y, poco menos, que dio a entender que la chapuza era obra de Beteta.
La última batalla pública de esta increíble historia que cuentan por Madrid ciertos militantes del PP madrileño que nunca quisieron bien a ‘Esperancita’ sería esa reclamación de 1.000 millones que el mandado Manglano realizó a Montoro un domingo entre insinuaciones, otra vez golpes directos, de que en Hacienda no sabían hacer las cuentas. Pero sí saben, por lo visto, y ahora se van a encargar, entre otras cosas, de redactar ellos mismos el Presupuesto de la Comunidad de Madrid, una vez que Beteta, con el apoyo de algún que otro ‘monclovita’ le ha devuelto a Aguirre sus últimos favores.
Ya se ve que esto es un cuento que cuentan. Pero tiene una lectura curiosa que, quizá no desagrade a la lideresa. Al fin y al cabo en esta novela alucinada y probablemente muy alejada de la realidad de los hechos, Esperanza Aguirre se parece mucho a su admirada Margaret Thatcher. Como a la ‘dama de hierro’ a ella también la habría sacado de la política algunos militantes de su partido desagradecidos y faltos de cualquier indicio de grandeza en su comportamiento.