Don Carlos Dívar, que además de ser el mejor cliente de los hoteles y restaurantes de lujo de Marbella funge de principal cabeza visible de la administración de Justicia, enfrenta graves acusaciones — cuando menos éticas –, sobre sus gastos personales, pero lo tiene muy claro. “No voy a dimitir ni voy a dar explicaciones a la prensa”, ha sentenciado con rotundidad. Le faltó añadir que no lo hará por mucho que algunos miembros del Consejo del Poder Judicial, muchos medios de comunicación y gran parte de la opinión pública, se lo estén reclamando.
Que dimitan ellos parece querer añadir desde el subconsciente y así lo han demandado en actitud bochornosa algunos de sus afines. Ellos son los colegas del Consejo que por limpieza administrativa reclaman que su presidente justifique, como tenemos que hacer todos los ciudadanos en funciones públicas el uso de dinero de todos y más cuando esa utilización plantea dudas que empañan la honorabilidad propia y, lo peor, el prestigio de una institución tan crucial para la convivencia como es nada menos que la Justicia y más todavía, del Tribunal Supremo. La actitud del presidente de tan alto organismo no se comprende ni e comprende que haya quienes la defiendan.
Es de una falta de sentido democrático de la vida y de respeto a la opinión pública que le paga el sueldo y, hasta donde se teme, algunos gastillos personales, que asusta. Posiblemente el señor Divar esté protegido en su actuación por las leyes, los reglamentos o las lagunas que estos textos presenten, pero eso no parece suficiente para una actitud de semejante prepotencia y desprecio a quienes reclaman transparencia. Que mientras persistan las sospechas el señor Divar debería haber abandonado el cargo es de manual sobre la actitud correcta de un funcionario.
Pero, lo mismo que si el general Franco siguiese en vida y plenitud de funciones, él, Carlos Divar, ni va a dimitir, que dimitan ellos — ya digo –, ni va a dar explicaciones a la prensa. Olvida que su obligación es dignificar la Justicia que con actitudes como la suya sufre el deterioro que sufre, y que no es la prensa quien reclama esas explicaciones: la prensa simplemente transmite la demanda de muchos ciudadanos que necesitan tener bien claro en qué se gasta el dinero de sus impuestos.
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