Debo ser poco carpetovetónico porque no me gusta el fútbol y no tomo café así que mis tertulias han de ser necesariamente aburridas para el consejero Echániz que en su condición de portavoz de Sanidad del PP ha comparado el copago con el precio de cuatro cafés al mes. Algo freudiano ocurre con el café y con los políticos porque también Zapatero se puso la zancadilla al calcular lo que valía un café, (y le respondió un ciudadano en televisión que eso sería “en época del abuelo Pachi”).
También nos podríamos cuestionar cuántos cafés cuesta un consejero pero sería algo absurdo, tanto como reclamar coherencia a la señora presidenta de Argentina. Bastante complicado lo tienen los pensionistas como para que les pongan fama de bebedores compulsivos de café en las terrazas de España. Si el portavoz de Sanidad quería hacer una comparativa realista tenía que haber hablado del precio de las sopas de sobre a las que se ven condenados gran parte de nuestros jubilados debido a la angostura de la pensión que reciben.
Uno de los efectos secundarios de la cafeína es que altera los nervios, tanto como las declaraciones de Echániz que buscando ser didáctico se ha metido en un jardín, ¡qué digo jardín, en una plantación enorme, en un inmenso cafetal! La familia de Juan Valdéz se puede dar por ofendida, tanto o más que George Clooney que anuncia cápsulas que te pueden llevar al cielo según la publicidad, aunque más de una se dejaría llevar al infierno caso de ser Clooney el que las tentara.
No siendo Echániz la traducción al castellano de Clooney habrá que resumir que se ha equivocado y que debería pedir perdón que es algo raro pero que el rey ha puesto de moda. No están los tiempos para poner el café más oscuro ni para darnos con las tazas. Han subido los medicamentos por lo tanto no conviene subir la tensión, (ahora no); eso antes cuándo era gratis recetar ansiolíticos.