A medida que pasa el tiempo, quien esto firma tiene la sensación de ser reiterativo al recordar que para salir de esta crisis económica lo que realmente hace falta es más acción política.
Es impresentable que ocurra lo que ocurre y que veamos de modo constante como ese ente de composición desconocida, que han dado en llamar `los mercados’, impone su ley de hierro sobre la voluntad que reside en la soberanía popular europea.
Y lo hace sin necesidad de dar explicaciones, con la tranquilidad que le aporta la opacidad de sus movimientos como salvaguarda. Ahora, por ejemplo, se ha sabido que algunos bancos, -con la ayuda de los fondos de alto riesgo, los cada vez más boyantes paraísos fiscales, y las leyes favorables y que consagran el secreto bancario en estos enclaves- han vuelto optar por limpiar sus balances con el envío a esos limbos de sus créditos en mal estado.
Es decir que no están envueltos en procesos de saneamiento, si no que, por el contrario, actúan para hacer cada vez más grande el agujero. Y todo sucede ante el mutismo de Bruselas y de los Gobiernos de los países nacionales donde están domiciliadas las matrices de estas mismas entidades financieras.
Y, así queda de nuevo claro que estos supuestos mercados se oponen, en realidad, a que triunfe el mercado. El verdadero, el que requiere de la máxima transparencia y la trazabilidad de las operaciones que permita saber en cada paso, quién fue el comprador, quién el vendedor y cuál fue el precio.
El mercado global le gana siempre la partida a los estados nación que son locales por su propia naturaleza. De hecho, los gobiernos le bailan el agua en lugar de meterle en cintura porque se compone de entes transnacionales que se mueven fuera de cualquier control o supervisión.
Y sin sanciones, esos mercados terribles no tienen incentivo alguno para corregir sus errores. Sucede lo contrario, en su afán por ganar dinero a corto plazo, elevan sus exigencias para que se adapten al verdadero objetivo que alimenta su estrategia. Por eso, tales exigencias no van a tener nunca fin, porque el castigo, la compra y la venta con diferenciales atractivos de precios es la dinámica que les favorece. Hacen beneficios con el movimiento y por eso hacen lo que haga falta para provocarlo y recoger las correspondientes ganancias.
Tampoco estaría mal empezar a dar contenido a la palabra mercados. Enumerar sus componentes reales que no son otros que los grandes bancos mundiales y sus satélites, los fondos, de pensiones y de alto riesgo.
Esta es otra muestra del inmenso poder de ese sector financiero que es, a la vez, el origen remoto de la actual crisis y el principal motivo por el que resulta imposible salir de ella. Desde estos círculos se ha conseguido que sus intereses y sus reglas estén por encima de las que marca el ejercicio de la democracia a los representantes de los ciudadanos. Pero está ciudadanía terminará por pasarle la cuenta a una clase política que no hace su trabajo.
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El mutismo de los políticos
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