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Reino Unido huye de Europa para mantener a salvo a su ‘industria financiera’

La prensa británica ha coincido en señala que Gran Bretaña se queda sola y se aleja de la nueva Europa, a la hora de calificar el resultado de la última Cumbre Europea, en la parte que respecta a los intereses particulares de su país. Algunas cabeceras como The Guardian son más criticas, otras como Daily Mail, apoyan la posición mantenida por David Cameron en estas negociaciones que le han enfrentado abiertamente con Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. Pero, en general, los análisis son bastante comprensivos con la posición granítica que ha mantenido el líder del Partido Conservador.

Lo cierto es que David Cameron no podía hacer otra cosa. Ni él ni cualquier otro ‘premier’ británico que se hubiera encontrado en esa misma tesitura. La City de Londres y sus ‘industrias’ asociadas supone el 10% del PIB británico, una cantidad equivalente a lo que significa, por ejemplo, el turismo para la economía española. Los servicios financieros proporcionan también el 6% del empleo total, el 11% de los ingresos fiscales y el 35% del superávit comercial del país. Unas cifras demasiado contundentes para jugárselas en el proyecto, aún sin concretar en realidad, que proponen Merkel y Sarkozy.

A la vez, y como contraste, la mala calidad del trabajo de los banqueros británicos ha provocado una factura voluminosa que ha contribuido a empobrecer a la población. Reino Unido mantiene una nutrida presencia en el sector que tuvo que rescatar con dinero público y, sin embargo, esas inyecciones son gestionadas por profesionales del sector privado. En realidad, sólo HSBC, Barclays y la parte británica del Santander se encuentran libres de la presencia del Estado como accionista clave. Y, en el embrollo, sería necesario considerar también como otra parte básica de los problemas de la banca británica sus muy estrechas relaciones con el sector irlandés. País rescatado y que sí forma parte del euro.

Por lo tanto, un político británico como Cameron no hubiera podido nunca apoyar esa cesión de soberanía que, como decíamos al principio de este artículo, le exigían nada menos que Francia y Alemania, sus rivales más clásicos. Y eso por mucho que la libra aproxime cada vez más su paridad a la del euro, o de que el hecho de tener una moneda y un banco central propio no haya librado a los británicos de presentar un cuadro macro muy poco envidiable, tener una economía con problemas y un tejido productivo frenado por unos recorte que no han conseguido aumentar la confianza del sector privado como se decía. Más bien ha sucedido lo contrario.

En esta Cumbre, probablemente fallida, también ha tenido un peso fundamental esa Alemania que sigue empeñada en mantener la sartén por el mango, quizá porque sus lideres están convencidos de que tienen que rentabilizar la posición de ventaja que les otorga su capacidad de financiarse barato, aún cuando sea a costa de estrangular las economías de sus socios comerciales. En paralelo, Alemania tiene un sistema bancario ‘quebrado’, o eso piensan muchos, que, por ahora, pasa desapercibido en los informe internacionales que cubren con un velo de oscuridad la mala salud, no sólo de los bancos regionales, también de jugadores de primera división como Deustche Bank. Incluso a costa de arruinar la reputación de la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), cuyas estimaciones sobre la necesidad de capital de la banca europea ya no se cree nadie. Y eso después de que en octubre de 2008, el Gobierno de Merkel aprobará un plan de salvamento dotado con 470.000 millones de euros, sin que se sepa con exactitud cifra alguna porque la transparencia no ha sido una característica del proceso de saneamiento del sector financiero bancario. Más bien se ha optado por la máxima opacidad posible.

Ahora solo queda esperar a que, de una vez por todas, los líderes de la Unión Europea se decidan a hincarle el diente a uno de los problemas más evidentes a los que se enfrentan desde que estalló la crisis y, más aún, desde que se lanzó el euro sin las salvaguardas necesarias para asegurarle un futuro longevo: la necesidad de supervisar y controlar de un modo efectivo los mercados financieros y los circuitos bancarios.

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Carlos Humanes

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