¿Cobrar? Vuelva usted mañana

Encontrar trabajo se ha vuelto más difícil que poner una pica en Flandes, pero más difícil aún que encontrar trabajo es cobrar después el jornal, salario o sueldo devengado por el esfuerzo. Cobrar una deuda se ha vuelto una heroicidad que requiere meses y hasta años de espera infructuosa. “Vuelva usted mañana”, es la frase que se escucha otra vez cuando uno se acerca a reclamar lo ganado con el sudor de la frente o el riesgo ante unos cuernos.

El otro día, el cartel taurino que iba a protagonizar la corrida de San Miguel en Ubeda exigió el pago por adelantado y ante la negativa del empresario, que estaba sin blanca, los tres matadores acabaron declarándose en huelga de capotes caídos. El festejo tuvo que ser suspendido ante el cabreo de los aficionados que, esos sí, habían comprado a tocateja su entrada. La morosidad es un problema grave, uno más, de tantos como está creando la crisis. Unos no pagan porque no tienen dinero, otros no pagan porque no han cobrado y otros aprovechan que demorar los pagos se ha vuelto habitual para hacerse de rogar de manera que su liquidez rente algo en el banco. Los más morosos, dejando de lado a los empresarios en quiebra, son los ayuntamientos y comunidades autónomas cuyos retrasos agotan la paciencia de funcionarios y acreedores. Sus dirigentes estaban locos por manejar la sanidad y sus millones y ahora resulta que no pagan ni los antibióticos a los laboratorios ni las aspirinas a las farmacias. Las obras públicas que no están paradas en espera de mejor momento para reanudarlas, también acumulan deudas millonarias que mantiene en la ruina a los constructores.

El país funciona sobre unas trampas gigantescas que llevará años ir saldando. Las cuentas públicas y privadas se han teñido de rojo y la letanía de los empleados de caja se ha vuelto una cantinela desesperante: «Vuelva usted mañana», aunque ese mañana que se repetirá mañana con el mismo tono de incertidumbre, vaya camino de prolongarse eternamente.

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