Democracia a la rusa

Opinión

Democracia a la rusa

La democracia en Rusia ha conseguido cuadrar el círculo y convertirse en una dictadura perfecta.. Vladimir Putin, que para algo fue un alumno aventajado de la infausta KGB, dejó hace cuatro años la Presidencia a su amigo poco destellante pero bien mandado Dimitri Medvéded, y él, a la espera de otra oportunidad para recuperar la Jefatura del Estado, se conformó con el cargo temporal de primer ministro. El tándem funcionó porque Medvéded no tuvo malas tentaciones y, ahora que se aproxima la hora de la reelección, no parece estar dudando en volverle a dejar el camino expedito a su mentor, Putin, para que recupere lo que parece considerar suyo: el liderazgo supremo a perpetuidad de la Federación.

En las elecciones previstas para el próximo año, Medvéded tendrá como premio de consolación por sus sacrificios la cabeza de lista de Rusia Nueva, el partido tutelar que acoge a la pareja, al Parlamento. A Putin la jefatura del Gobierno le quedaba pequeña, a pesar de que era quien sujetaba por el mango la sartén, y pronto volverá a donde solía, es decir, a ordenar y mandar desde el Kremlin con la misma firmeza y mano dura con que lo hicieron sus predecesores, zares de corte medieval o jerarcas comunistas, opresores del proletariado, desde Stalin a Breznev.

Rusia es un país muy extenso y complicado al que, digan lo que digan en Moscú, la hora de la libertad que muchos de sus ciudadanos ansían, tarda en llegarle. La atisbó con Boris Yelsin en sus ratos de lucidez alcohólica, pero fueron momentos efímeros, más bien tentaciones fugaces, que Vladimir Putin alejó de un manotazo de la conciencia colectiva en cuanto consiguió encaramarse a un despacho generador de influencias. Las perspectivas de cambio y evolución que toda proximidad electoral generan carecen en Rusia de sentido. Putin lo tiene todo atado y bien atado y los rusos, que van a votarle en rebaño, saben por anticipado lo que les espera que, por supuesto, si algo será, no será nada nuevo.

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