La rebelión de las saudíes

Opinión

La rebelión de las saudíes

¡Albricias! Las mujeres saudíes han comenzado a rebelarse. Ya era hora. Ellas también empiezan a reclamar su primavera, cosa que los hombres, sometidos a la dictadura férrea de los príncipes – ¡más de cinco mil! – y el respeto que imponen las reservas de petróleo y el Corán que tanto les beneficia, ni sueñan.

Las mujeres están hartas de andar con la cara tapada, el matrimonio impuesto, la cohabitación en el harén y, en definitiva, no ser nadie entre tanto machismo ostentoso. Así que unas cuantas, que con el tiempo habrán pasado a la historia del cambio social que un año de estos tendrá que producirse, se han agarrado al volante del coche de sus padres o maridos y se han lanzado a las calles sin importarles que les lluevan las multas, no por exceso de velocidad ni por hablar por teléfono, sino simplemente por conducir. Allí lo tienen prohibido, aunque cueste creerlo, y la razón es porque sí. No les va a resultar fácil ir ganando etapas de independencia y libertad pero se han decidido a intentarlo y, puesto que no podemos hacer otra cosa por ellas, desearles suerte. Algunas, en un doble desafío a los sátrapas públicos y domésticos que las tienen maniatadas, hasta han echado mano de las redes sociales — a través de las cuales, ¡qué horror!, pueden mantener contacto virtual con otros hombres – y están difundiendo fotos suyas al volante. ¡Habrase visto semejante atrevimiento!

El Fuenteovejuna femenino de Arabia puede ser más importante que las manifestaciones de la plaza de Taharir. ¿A dónde las llevará la libertad, Alá? Lo malo es que como en Arabia hay mucho dinero listo para comprar apoyos, nadie en el ámbito internacional parece darse por entero de que allí la discriminación es feroz, la opresión tan fuerte como en Libia y la tolerancia impuesta, indignante.

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