Nuestra solidaridad es de pandereta y de esmoquin de alquiler, dura lo que dura un “telemaratón” presentado por un rostro pálido y una princesa del pueblo. Cuando eso se acaba vuelve la cutre realidad del abandono. Haití es la onomatopeya del abandono, todo lo que no recordamos, lo que tenemos en el olvido, lo que ni siquiera molesta en la conciencia se llama Haití.
Se cumple un año y las imágenes que nos llegan dicen que aquello está en el abandono absoluto, pero tampoco nos afecta, estamos vacunados contra los espantos y los niños de cuneta que caminan sin rumbo. Miramos las estampas de Haití con la displicencia que se ojea una revista de colegio de odontólogos en la sala de espera, sin emocionarnos en absoluto. El día en el que se cumple el aniversario en el que la tierra se abrió y salieron los demonios dispuestos a comer carne de inocente, ese mismo día la noticia más visitada en los digitales españoles es la separación de Shakira de su novio Antonio de la Rúa.
Ya nos podemos dar cien golpes de pecho, o doscientos. Nada hay más frágil que la solidaridad de “telemaratón”, esa manera indecente de aproximarse a la realidad a través del vídeo de un famoso pidiendo por aquellos que sufren, (eso sí, previamente el manager del famoso ha acordado unas galas con la cadena que emite el testimonio).
Suerte tendrán los haitianos si no terminan por multarles. Habrá quién diga que la culpa era suya por estar ahí, (Haití). Lo del terremoto ocurrió hace un año. Eso en términos de ‘show Business’ fue el siglo pasado.