Navidades sin línea

Opinión

Navidades sin línea

Con las navidades la línea se va al carajo, acabo de leer. Un estudio científico demuestra que en España, sin ir más lejos, seis de cada diez personas engordan entre dos y tres kilos en estas fechas de cava, turrón y polvorones. Nos inflamos a comer, a catar todo género de golosinas y a libarlo con las mejores reservas de vinos y licores de nuestras modestas bodegas.

El pecado de la gula parece que ha quedado en desuso cosa que no ocurre con el de la lujuria, por ejemplo. Los pastores y jerarquías religiosas, ante la tentación que exhiben los manteles, bendicen y cierran los ojos, todo comprensión. Los lamentos vienen después: las urgencias de los hospitales se colapsan, las indigestiones perturban los sueños y enseguida el perímetro abdominal — ¡joder, que científico me he puesto! – empieza a dilatarse, a no caber en los tejanos y a obligarnos a renunciar al último agujero del cinturón. “El día primero de enero me pongo a régimen”, se escucha tras cada nuevo golpe de tenedor.

Pero el primero de enero es mal día para iniciar propósitos de ayuno y abstinencia. El cuerpo no suele estar para castigos después de la francachela de la víspera, así que lo normal es dejarlo para después de Reyes, o tal vez para la Cuaresma que es cuando las carnes empiezan a rebosar por encima de los tirantes del bikini y la cintura se ha convertido en tripa, qué digo tripa, en tripón. La estética navideña encubre la glotonería y quien más quien menos sucumbe a las tentaciones que invitan a ponerse morados, mayormente de dulces. Hay quien asegura que es el mal tiempo, lluvioso y frío, el que incita a comer y beber sin reparar en las consecuencias, lo mismo que más adelante el calor acabará convirtiéndose en el delator de tantos excesos. La única disculpa es que a estas alturas del calendario, pensar en el calor es adelantar mucho los acontecimientos.

Mejor será acomodarse al presente y hacerle sus honores con un nuevo brindis y otro tiento al mazapán. Vivir son dos días y pasarlos subidos a una báscula y mirándose al espejo suele resultar bastante aburrido.

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