Malas madres

Una madre asesina a sus dos hijos menores, en Valladolid, y luego se lo cuenta la vecina. Hace un par de semanas apareció otro niño troceado en una maleta, su madre lo había ahogado previamente en su hogar de Palma de Mallorca. Nunca llegaremos a saber qué conexiones perversas tiene el cerebro que lleven al asesinato de niños por parte de sus progenitores, pero ocurre.

Los malos tratos a los pequeños sólo son noticia cuando acaban en tragedia, pero a diario hay niños que acuden a urgencias con golpes que no se han dado en el parque. Los médicos dicen que se dan cuenta de la agresión porque suelen presentar la primera costilla fracturada, justo en la que han recibido el empujón que les ha tirado al suelo.

Crímenes como el de Palma de Mallorca, y el cometido ayer en Valladolid, nos llevan al asco inmediato. También nos podemos cuestionar que a cualquiera se le puede llamar padre, o madre. Ese título hay que ganárselo con el tiempo, con el ejemplo y con el afecto. Estos locos que matan niños sólo son padres de manera accidental, puro capricho de la biología.

De nuevo el espectáculo de funerales con ataúdes blancos, inocentes niños que han pagado con su vida la locura de sus mayores. Todavía puede que la declaración de estado de alarma se haya quedado corta para ciertos temas, en este caso a uno le gustaría que un Decreto Ley fuera capaz de hacer entrar en vereda a los que juegan a ser Saturno y terminan devorando a sus propios hijos. Me conformaría con que fueran conscientes de la atrocidad que han cometido.

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