El censo de pobres crece que no para. Las estadísticas reflejan que en España ya tenemos la friolera de nueva millones. Muchos, sí. Algunos medios afines a la derechona lo anunciaron este fin de semana la mar de contentos. Tal y como si sus ricos de cabecera no tuviesen nada que ver. Porque para que haya pobres es evidente que tiene que haber ricos a la par. Lo malo es que todavía no se ha inventado manera de evitar que unos se enriquezcan y otros se empobrezcan.
Lo intentaron los regímenes comunistas el siglo pasado y la experiencia acabó como el rosario de la aurora. Ahí está la herencia que dejó en Rusia donde el censo de riquísimos y paupérrimos ha crecido en las dos últimas décadas a un ritmo tan parejo como escalofriante. Tal parece que la humanidad está predestinada desde tiempos inmemoriales a sufrir estas injusticias. En España ya había un número elevado de pobres, no importaba que gobernase Aznar o Zapatero, pero con la crisis ha subido igual que las cometas en tarde ventosa.
Cáritas, en su informe anual, asegura que desde que la economía comenzó a torcerse, en nuestro país el número de pobres aumentó en un millón. Los comedores sociales ayudan a paliar el hambre pero están al borde de la saturación. El 22,7% de la población, es decir, más de un habitante de cada cinco, subsiste con menos de 500 euros al mes, lo cual les convierte en moderadamente pobres. Porque hay otros muchos cuya situación económica aún es peor. Las familias recortan en todo lo que pueden, pero llega un momento en que se vuelve imposible seguir gastando menos.
Esto no impide, claro, que haya quienes pagan 200 euros por comer en un restaurante pijo, o una fortuna por viajar a Sudáfrica a ver los partidos de la selección o para que el Real Madrid pueda seguir despilfarrando en entrenadores bordes.