Necrológicas por el euro

Opinión

Necrológicas por el euro

De pronto los periódicos se han llenado de necrológicas anticipadas por un euro al que empieza a darse por difunto. Hay gente, sí, que goza con estas premoniciones mortuorias y trata de contagiar los malos augurios a los demás. Hace unos meses, este gran olfateador, además de buen conocedor, de la actividad económica que es Carlos Humanes, fundador y director de EL BOLETIN, nos sorprendió en un almuerzo preguntándole a un banquero por la suerte del euro y los peligros que lo acechan. “Es que van a por él”, me susurró al oído ante mi extrañeza. Entonces no me lo creí, al menos en ese dramatismo, pero el paso de las semanas viene demostrando que su información y su preocupación estaban bien fundadas. Al euro, con el que no pudieron en aquellos tiempos fundacionales sus enemigos, tiene muchos detractores, mayormente al otro lado del Atlántico, y, lo peor, pocos amigos que lo defiendan a este. A la mínima contrariedad que sufre, los especuladores se le echan encima como lobos hambrientos ante la pasividad de quienes lejos de regodearse en sus flaquezas y problemas deberían ayudarle a sobrevivir entre tantas jaurías de tiburones. La realidad fría es que el euro es una moneda muy consolidada y que a pesar de las dificultades que enfrenta nadie con capacidad de decisión se ha planteado enviarla al baúl de los recuerdos para implantar las liras, los francos, las pesetas, los escudos o los marcos. ¿Qué moneda, empezando por el dólar y pasando por todas las demás, no ha sido objeto de ataques, vaivenes, crisis y devaluaciones? Quizás de los avatares de estos días haya, eso sí, que extraer conclusiones para afianzar el euro y brindarle mayor protección en el futuro. Pero un avance de integración de tantos países como ha supuesto su creación, no puede darse por fracasado con tanta ligereza como algunos opinadores, con una frivolidad pasmosa, pretenden. Una renuncia así y un fracaso semejante los europeos no podemos permitírnoslo.

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