En Nevada, en la variopinta ciudad de Las Vegas, se ha ido a morir “Dick” Jeppson que fue uno de los dos soldados que armaron la bomba nuclear que se lanzó desde el “Enola Gay” sobre Hiroshima. A pesar de que no le gustaba recordar ese pasado tan sangriento, Dick al ser preguntado hace unos años respondió que “cuando tienes un trabajo que hacer, simplemente lo haces”. El bueno de “Dick” no mostró arrepentimiento a lo largo de su extensa vida que se ha prolongado hasta los 87 años, a pesar de que con su acción contribuyó a la muerte de cien mil personas.
Sin duda si le preguntáramos al ayudante de Drácula también diría que no sentía cargo de conciencia cuando le buscaba una joven con yugular apetecible al jefe. No hay nada más peligroso que gente que entiende que cumplir con el deber está por encima de los derechos humanos, o por encima de las mínimas pautas de justicia universal. Eso vale para “Dick”, o para los golfos que se excusan en la obediencia debida.
Sólo le faltó añadir: “y si los japoneses me hubieran pagado cinco dólares más no habría sentido ningún problema por soltar la bomba atómica sobre San Francisco”. Así se muestran los que se agarran a la nómina como su verdadera razón de vida. Ahora ya veremos cómo se las apaña con el espíritu de los niños japoneses que se cargó.
Ya sólo queda vivo un tripulante del “Enola Gay”, y tiene 89 años con lo cuál se concluye que si trabajas para el mal, no te pesa la conciencia y eres un poco cabrón, llegarás a viejo sin dificultad.
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