Raro es el día que paseando por la calle no me encuentro un perrito con un vestido. Los canes ataviados a la última moda ya son no la rara excepción que eran antes, cuando se les podía ver en contadas ocasiones en brazos de una anciana señora que les colmaba de arrumacos y les trataba como si fueran niños, sino que actualmente es como una plaga. Además, ahora las mascotas ya no visten un jersey de lana de colores chillones, sino que he visto algunos animalitos adornados con un chubasquero, botitas e incluso un gorrito para resguardarse de la lluvia, en fin, todo un espectáculo de lo más grotesco. Esa tendencia de ‘humanizar’ a las mascotas está llegando a límites ridículos que aumentan en la misma proporción en que se abulta la cartera de sus propietarios y abundan las peluquerías, los spa, y todo un negocio dirigido a los animales de compañía que, hace unos años, hubiera parecido impensable: lo último unas lavadoras automáticas para animales que están haciendo furor en Japón. Sin embargo, no hace disfrazar a un perro para saber que tienen unos sentimientos que para sí quisieran algunos humanos Y si no basta leer la noticia de una perra que se pasó 15 días en una cuneta protegiendo a su compañero que había muerto atropellado. Los conductores alertaron a los miembros de un refugio para animales que han rescatado a la perra y le han puesto de nombre Dulcinea, un nombre de los más adecuado para un ser que ha demostrado una fidelidad que va más allá de la muerte. Y no llevaba un lacito.
Opinión
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