Las hipotecas que vuelven

Bueno, pues no hay mal que cien años dure, es cierto. Estábamos sedientos de créditos, cabreados porque los bancos no prestan ni un euro, pero de pronto nos enteramos con alborozo que por lo menos vuelven las hipotecas. Los bancos parece que se han apiadado de los sufridos ciudadanos que necesitan vivienda y, estabilizadas las cuentas en lo que cabe, han vuelto a abrir la mano para que quien más quien menos pueda pensar de nuevo en comprarse piso. Hay que alegrarse, claro, de la buena nueva que alumbra la propaganda financiera. Todavía son créditos restringidos e intereses elevados, pero por algo se empieza. Sabido es que todo tiempo pasado fue mejor. Nada como lo de antes, cuando uno se acercaba a la ventanilla a pedir sesenta mil euros y el empleado te convencía de que solicitases ochenta mil por si en el intento surgían gastillos extra, que seguro que surgían. Pero en fin, por algo se empieza el retorno a lo que solía, ya digo. Ahora los empleados no te elevan la oferta pero por lo menos te escuchan sin torcer el gesto y te despachan con una sonrisa y no ya con la ventanilla en las narices. Con un poco de suerte, vuelve a ser posible obtener una cantidad para dar la entrada y pagar los derechos reales o como actualmente se denominan los impuestos inmobiliarios. A ver si de este modo las ventas de casas, chalés y fincas se animan y de paso la construcción se estimula, reaparecen las grúas y andamios en el paisaje y como consecuencia empieza a reducirse el paro que tanta falta hace. Parece el cuento de la lechera, ya lo sé, por lo tanto esperemos que el cántaro no se rompa antes de que Barack Obama se enfade más con los ejecutivos de Wall Street y Rodríguez Zapatero, por no ser menos, decida poner pies en pared.

Acceda a la versión completa del contenido