Los cuernos de los franceses

Opinión

Los cuernos de los franceses

A los franceses, siempre tan suyos y admiradores de su ombligo, les ha entrado un ataque patriótico de cuernos de Dios te ampare al ver a millares de marines desembarcar en Haití para intentar, ardua tarea, poner un poco de orden en el caos creado por el terremoto. Y es que los franceses siguen creyendo que aquel territorio irredento les pertenece por herencia cultural invertida.
Allí estuvieron, eso es cierto, allí esclavizaron, de allí salieron a machetazo limpio y allí dejaron una mezcolanza de idioma que reclaman como suyo, aunque les cuesta entenderlo, y una herencia cultural que los haitianos mantienen con orgullo pero sin recibir a cambio ayudas de la metrópoli para conservarla. Pero durante décadas y décadas, en la adversidad y la desgracia Haití no estuvo en el ámbito de las preocupaciones del Elíseo y aledaños. La pobreza del país la ignoraron y la crueldad de algunos de sus dirigentes la minimizaron. Con el déspota Duvalier fueron comprensivos hasta el extremo de acoger a su hijo y sucesor, Baby Doc, cuando tuvo que salir por pies el día en que al sufrido pueblo al que oprimía por tradicional familiar se le agotó la paciencia. Todavía le tienen viviendo a cuerpo de Rey como exiliado en la Costa Azul. Ahora, en la desgracia sin cuento desencadenada por las fuerzas de la naturaleza, han acudido como tantos otros países en auxilio de las víctimas pero desde luego de manera insuficiente y, por supuesto, en menor volumen que los Estados Unidos. Lógico, por otra parte: los norteamericanos están mucho más cerca y tienen mayor disponibilidad para socorrer que Francia, cuya ayuda nunca podrá evitar demoras de días y hasta semanas. Una de las mayores necesidades de Haití en las actuales circunstancias es orden para que el reparto de víveres y medicamentos se haga con rapidez y el caos no complique más las desgracias acumuladas. Y eso, en un país con la policía y el ejército en desbandada, sólo pueden aportarlo los norteamericanos, que por esta vez no parece que hayan desembarcado como invasores. El orgullo deberían reservarlo los franceses para mejor ocasión.

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