Cambio de tercio

Pactos

Cambio de tercio

Diego Carcedo

El líder del PSOE rechaza el envite momentáneamente, entre tanto se coloca de perfil, y las cosas quedan como estaban antes de empezar sólo que un pelín más enrevesadas. Todo ha cambiado para que la situación siga igual. Pedro Sánchez, que estas últimas noches anoche quizás se desveló recordando la encerrona en que le habían tendido puesto Rajoy e Iglesias, esta mañana se despertó el sábado devolviéndoles la pelota. Un taurino diría que sus clarines ordenaron el cambio de tercio. Pero la confusión en la plaza no se ha disipado. El líder del PSOE rechaza el envite momentáneamente, entre tanto se coloca de perfil, y las cosas quedan como estaban antes de empezar sólo que un pelín más enrevesadas.

Las comparaciones taurinas y deportivas seguramente responderían mejor a la fotografía de un cuadro de ajedrez con todas las piezas desplegadas y los movimientos en manos de aprendices auto pretendidos maestros. La partida no es brillante pero resulta emocionante. En la calle no se habla de otra cosa; se suman escaños, se barajan nombres, se recuerdan agravios, pero se olvidan detalles importantes, como son los programas, las condiciones y los riesgos.

Por fortuna todavía el tiempo no apremia – en Bélgica hace poco tardaron 17 meses en formar el actual Gobierno – pero inquieta. Pedro Sánchez, Varias veces agraviado, ha reaccionado con dos argumentos bastante defendibles: el primero, que no iniciará ninguna negociación—mantendrá contactos, eso sí — mientras Rajoy siga aspirando o, muy importante el detalle, mientras el PP no proponga otro candidato. El sólo lo intentará cuando el partido ganador haya fracasado.

Cuando sea llamado a consulta de nuevo a la Zarzuela, su propuesta será que Rajoy se tome el tiempo que necesita o si no, que tire la toalla. Respecto a su posible pacto con Podemos, no ha sido tajante pero si ha dejado implícitamente en el aire la impresión de que el órdago que le lanzó Iglesias anticipando los detalles del Gobierno conjunto que no negociaron fue un chantaje y no será un buen inicio para llegar a posibles pactos.

Mientras una buena parte de la opinión pública expresa su alarma ante la posibilidad de esta solución, en el interior del PSOE la preocupación aún es mayor. Lo mismo entre los guardianas de la esencia del centenario partido – González, Guerra, Solana, Almunia, Rubalcaba o Ibarra, tuercen el gesto ante la idea, las voces autorizadas y con poder en la periferia – Díaz, Vara, Fernández, Page, etcétera — expresan el rechazo de forma alta y clara.

Y lo mismo, aunque de forma más tenue porque el poder incluso en funciones une mucho, ocurre en el Partido Popular. Algunos dirigentes consideran que hay soluciones alternativas de las que ellos tienen que formar parte para que la estabilidad esté garantizada, y en voz baja pero audible cada vez se escucha más que la solución pasa por sustituir a Rajoy por un candidato con menos rechazo. La opción de nuevas elecciones no entusiasma a nadie.

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