Un catalán y un gallego para más señas, se disputan desde hace algún tiempo el récord europeo de rechazo de las oportunidades que vienen teniendo para dimitir. Los españoles tenemos este fin de año una razón muy especial para sentirnos orgullosos: dos compatriotas, un catalán y un gallego para más señas, se disputan desde hace algún tiempo el récord europeo de rechazo de las oportunidades que vienen teniendo para dimitir. Para dimitir con dignidad, quiero decir. Los dos son políticos y los dos son presidentes en funciones, lo cual quizás les estimula, creyéndose salvadores de los demás, a seguirse resistiendo a una decisión que la sociedad les demanda por muy buenas y variadas razones.
Personalmente opino que de momento el récord lo va encabezando Artur Mas, el presidente autonómico de Cataluña, que de una manera continuada y persistente pierde elecciones, se va quedando hasta sin partido y, lo que aún es peor, sufre humillación tras humillación en su empeño vergonzoso por mantener el cargo y poder seguir asomando la patita por algún resquicio de poder que haya podido arañar en las negociaciones políticas más esperpénticas que se recuerdan.
Mariano Rajoy, el presidente del Gobierno que acaba su mandato con más desempleados, más deuda, más próximos imputados por corrupción y muchos diputados menos que cuando llegó al palacio de La Moncloa, tampoco se queda corto. Quizás la oportunidad estrella la tuvo cuando el tesorero a sus órdenes del Partido se reveló un corrupto de siete suelas y él, Rajoy, cometió el error de enviarle por escrito un mensaje de apoyo y resistencia ante la Justicia.
No fue la única oportunidad que Rajoy tuvo de dimitir, como hacen los políticos en Europa cuando pierden o son cogidos in fraganti, pero él prefirió cumplir el consejo que le había dado a Luis Bárcenas, se atrincheró tras el plasma que le aislaba de la cara de la gente agobiada por los recortes, y resistió hasta la derrota del 20-D que sin embargo él, basándose en que el PP era el partido más votado y ocultando que ni siquiera había llegado al 30 por ciento, se lanzó al empeño de seguir, al frente del Gobierno y del Partido.
La pugna entre los dos por evitar cumplir con algo tan digno de encomio como es dimitir a tiempo, pasará a la historia de la práctica política o, si se prefiere, del mejor modo y manera de aferrarse al sillón. Nuestros nietos lo estudiarán en el bachillerato cuando ya no estemos nosotros para contárselo y, mucho me temo, que ni siquiera con el libro de los récords en las manos, se lo van a creer. Para entonces de esperar es, que la política sea diferente.
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Récord entre españoles
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