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Hasta siempre, maestro

Carlos Humanes quiso convertir la información económica en una fuente de luz que asegurara el buen funcionamiento del mercado. Durante un buen puñado de años he tenido el privilegio de trabajar junto a Carlos Humanes, fundador y director de Elboletin.com, el medio que acoge estas columnas dominicales, y propietario de un grupo de comunicación, modesto pero combativo, al que, de una u otra manera, ha estado ligada casi siempre mi trayectoria, en las procelosas aguas del periodismo económico. Por eso, ahora que acaba de fallecer me siento un poco huérfano.

Lo cierto es que alguien como yo, interesado desde siempre en otros temas más orientados a la información cultural o de sociedad, no parecía destinado a cultivar esta complicada disciplina. Yo era de los que tiraban directamente a la basura los suplementos de color salmón de los periódicos. Hasta que Carlos Humanes se cruzó en mi camino. Y, no se muy bien cómo, me contagió su pasión desbordante por la información económica y por una forma de entender el periodismo cuyo eje fundamental era el interés del lector.

Desde sus inicios, en las páginas bursátiles de ‘El País’, Humanes se empeñó en ser capaz de transmitir con palabras sencillas, ideas claras y de un modo completamente inteligible, las realidades complejas de las que se ocupaba la información financiera. Para él, poder hablar con los expertos, plantear las preguntas adecuadas y ofrecer después al público de un modo interesante, ameno y comprensible, lo que había sido capaz de aprender por el camino era la máxima fortuna a la que alguien podía aspirar.

Además, Carlos Humanes creía en el poder de los mercados financieros. Y observaba, a veces horrorizado, como se abría paso en ese mundo, cada vez más global e interconectado, una tendencia ‘bastarda’ que apostaba por desnaturalizar la propia esencia de los mecanismos que daban sentido a esas plazas públicas en las que las leyes de la oferta y la demanda cumplen su cometido fundamental y sirven para que se produzca la fijación de los precios.

La aparición de las negociaciones OTC, la banca en la sombra, los productos derivados, los vehículos de propósito especial y otras muchas armas de destrucción masiva cuyo poder de devastación hemos podido experimentar para nuestra desgracia, le preocupó desde el principio. Humanes era consciente de que todas aquellas artimañas y triquiñuelas, revestidas de un lenguaje rimbombante y pseudomatemático y con el mismo peso científico real que las predicciones de los horóscopos, impedían la ‘trazabilidad’ de las operaciones, la supervisión efectiva y, al fin, el correcto funcionamiento de los mercados financieros.

Humanes sospechaba que, al final, detrás de toda aquella deuda colateralizada, CDO’s, CMO´s, hipotecas basura y demás presuntas maravillas de la ingeniería financiera, sólo había esquemas piramidales de los de toda la vida. Ya saben la vieja historia de los tulipanes holandeses, la burbuja primigenia, repetida una y otra vez.

Durante su larga carrera, Carlos presenció unas cuantas hecatombes globales y algunos casos locales de cierto interés. El listado podría llegar a ser interminable. Las quiebras de Barings o Lehman, el estallido de la primera ‘burbuja puntocom’ (la de los pillados en Terra), los casos de WorldCom y Enron, las emisiones de Rumasa, los escándalos de Banesto y Banca Catalana, la caída de Bankia y el fin de las cajas de ahorros…

Demasiados terremotos y de magnitudes absolutamente desproporcionadas. Unos movimientos sísmicos, nada espontáneos, que parecen demostrar, además, aquello de que nadie aprende en cabeza ajena. Porque esta loca carrera de quiebras, escándalos y frenesí financiero las réplicas de las catástrofes suelen ser mucho mayores que el temblor original.

Para Humanes, la información económica, la buena información económica, debía ser el foco que iluminase todo este mundo de sombras, para complicar, en la medida de lo posible, la impunidad en la que esos agentes descontrolados actuaban, fuera además de los controles democráticos más elementales. Y el se empeñaba en practicarla habitualmente y también, -mil gracias querido maestro- enseñar la forma correcta de hacerlo a todos aquellos periodistas que estuvieran interesado en aprender.

Quienes le conocimos y escuchamos hemos sido también testigos de la capacidad de anticipación que siempre tuvo, gracias a la lucidez de sus análisis y al conocimiento que poseía de la esencia del mercado, dos elementos demasiado poco abundantes. Sabemos, por ejemplo, quién fue el verdadero autor de muchos de los estribillos y las ‘brillantes’ frases hechas que ahora repite hasta la saciedad, ese ejército de tertulianos y economistas mediáticos que nos ha invadido como consecuencia de la última gran crisis económica. Muchos de ellos, por cierto, antiguos productores de panegíricos para loar las supuestas maravillas de los aprendices de brujo responsables de las últimas catástrofes financieras.

Pero Humanes no solía presumir de su inteligencia privilegiada. De hecho, este periodista financiero enamorado de su oficio, sólo se atribuía una capacidad. La de seguir con el lápiz la línea de puntos hasta que, al final, aparecía sobre el papel el ‘elefante’.

Algo, en su opinión, al alcance de cualquiera que no se conformara con la primera versión de los hechos y se tomara el tiempo necesario para buscar la respuesta de las preguntas que demasiadas veces quedan en el aire. De cualquier periodista que se tomara en serio su oficio y que aspirase a buscar lo que se esconde detrás de la cortina, sin conformarse con reproducir con total fidelidad las notas de prensa.

La verdad es que yo nunca he pensado que hacer buen periodismo fuera tan sencillo como el decía. Sobre todo para aquellos que no estamos a su altura. Pero sí que hay que intentarlo siempre. Lo cierto es que en estos tiempos confusos, se necesitan muchos ‘carlos humanes’ dispuestos a coger el lápiz, seguir la línea de puntos y pintar el elefante para honrar el oficio y servir a los lectores. Porque este es el único interés que de verdad debe guiar el trabajo de un periodista. Hasta siempre maestro. No va a ser lo mismo sin ti. Pero haremos lo que podamos.

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Hasta siempre, maestro

Rafael Alba

No fui fotógrafo de "Playboy", pero sí hice allí entrevistas y artículos. Escribí sobre música en "Diario 16", "Geo", "El Gran Musical", "ZZPOP", "Audioprofesional", "Sterofonía" y "Backstage". En "El Economista", "America Económica", "Cuba Económica" y "La Revista de la Bolsa" intenté aprender economía. En "El Boletín" me metí en política. Y ahora he vuelto a lo mío. Pero lo que más me gusta es tocar la guitarra, así que no es raro verme subido al escenario de algún club…con Las Dos en Punto, por ejemplo.

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