La alcaldesa de Barcelona ve bien la desobediencia pacífica de las leyes y para los ciudadanos de la tolerancia que Ada Colau asume va a ser una bicoca. Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona ve bien la desobediencia pacífica de las leyes y así lo ha manifestado el otro día, quizás como principal aportación política al balance de sus primeros cien días de gobierno Municipal. Como infractor frecuente de algunas normas del Ayuntamiento, mayormente en cuestiones automovilísticas, no me atrevería a decir que sea mala idea, escribiendo en coña, y estoy seguro de que algunos barceloneses la considerarán verdaderamente maravillosa.
Incluso es probable que cogiendo en vuelo sus insólitas palabras, ya estén aparcando sus coches donde les da la gana, es decir en el primer hueco que encuentran, no importa que esté reservado a minusválidos o simplemente a carga y descarga. Y, naturalmente, ya no habrán pagado ni una multa más ni comprado la pegatina del impuesto de circulación ni, por supuesto, abonado las tasas por la recogida de la basura. Barcelona será enseguida una ciudad sin impuestos, no por nada sino por inútiles.
¿Para qué ponerlos si se pueden evitar declarándose en desobediencia pacífica sin que pase nada? Tampoco será necesario abonar el IBI, ni la factura mensual del agua ni el recibo por los accesos a los garajes particulares. Para los ciudadanos la tolerancia que la alcaldesa asume va a ser una bicoca. Pero no sólo lo será para quienes tienen que pagar multas o servicios y se podrán escaquear; también lo será para los comerciantes que ya no tendrán que afrontar los derechos por apertura, ni contribución por los escaparates ni zarandajas por el estilo.
¡Ah! Y los constructores, siempre proclives a robarle unos centímetros a la acera o elevar el ático un par de metros, ya se sabe barra libre. Ningún problema: de esta manera podrán levantar rascacielos en las plazas céntricas, construir urbanizaciones abigarradas en los jardines públicos. Tampoco habrá obstáculos para crear puticlubs en los parques infantiles. Del mismo modo que los bares y cafeterías ya no tendrán dificultades para ampliar las terrazas hasta el centro de las calzadas y, por supuesto, permitir fumar habanos en el interior. Jauja, ya digo.
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Desobediencia pacífica
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