Mi jefe considera que la presidenta de la Comunidad de Madrid está demostrando buena cintura política. Ahora hay que ver si resiste a las presiones de su partido. En Madrid se masca la tensión. Los ciudadanos de esta comunidad ya nos habíamos acostumbrado a sentir cierta vergüenza por nuestra comunidad y a lidiar con la indignación causada por su nefasta gestión. A saber: subida de las tasas universitarias, privatizaciones de hospitales, aumento de las listas de espera en sanidad… y un etcétera muy largo y pesado.
El día 24 de mayo hubo elecciones autonómicas y el PP volvió a ganar en Madrid. “Otros cuatro años de injusticias”, pensaban los que no les habían votado. Y de repente, Cristina Cifuentes comienza a bajar los precios de la educación pública, da asistencia sanitaria a inmigrantes ilegales, abre los comedores escolares en los meses de verano…
Pues es tenso. Ahora los ciudadanos abren los periódicos cada mañana con los ojos bien abiertos y mirando hacia los lados, por si el resto de viandantes les dan alguna pista de que la mala noticia ha llegado, de que el PP ha vuelto a hacer de las suyas. Pero hasta los periódicos ‘de izquierdas’ han sucumbido ante su buen hacer y han tenido que conceder una tregua al Gobierno regional.
Lo que mi jefe no tiene tan claro es que Cifuentes vaya a sobrevivir a su propio partido. Tal y como me ha recordado el ‘mandamás’, la presidenta de la formación autonómica sigue siendo Esperanza Aguirre y las medidas aplicadas desde el Gobierno autonómico parecen ir en contra de las directrices estatales.
Esta podría ser la batalla más importante de Cifuentes, ahora que parece estar a punto de proclamarse vencedora ante los medios y después de haberse hecho un hueco entre los gobiernos del cambio. Ya podría recibir un mensaje de sus superiores diciendo: “Cristina, sé fuerte”. Pero, claro para eso tendría que estar en el centro de una trama de corrupción.