Las denostadas élites españolas mantienen un nutrido ‘cordón sanitario’ a su alrededor para resguardar el pellejo. Es curioso. Tras la comparecencia en el Congreso del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, del pasado viernes, en la que explicó los motivos de la reunión que mantuvo con su antiguo compañero de partido, Rodrigo Rato, los analistas políticos de las más diversas tendencias han sacado prácticamente la misma conclusión. Ya saben, en general, se opina que lo único que, en realidad, Fernández fue a decir allí era que el presidente del Gobierno Mariano Rajoy se había enterado por la prensa de la existencia de aquel encuentro.
Sin embargo, nadie le ha creído. También hay bastante consenso a la hora de dar por sentado que el político catalán, jamás se hubiera sentado a hablar con el expresidente de Bankia sin que Rajoy estuviera al corriente de lo que iba a suceder. No sólo porque es lo que está escrito en el manual del perfecto ministro procedente del ‘aparato’ de un partido. También porque Fernández es un hombre que ha sido leal a Rajoy desde siempre. Desde mucho antes de que el actual presidente fuera investido por su antecesor Jose María Aznar como nuevo líder plenipotenciario del PP.
A partir de esa raíz analítica común, de la que sólo se desmarca, eso sí también en bloque, el grupo de comentaristas televisivos integrado en la ‘guardia de corps’ mediática del presidente del Gobierno, las explicaciones difieren. Para algunos, en realidad, Fernández corrió un gran riesgo a sabiendas con el objetivo real de ‘sonsacar’ al antiguo vicepresidente. De saber cuánto daño puede hacer de verdad Rato a sus viejos ‘camaradas’ si sus problemas judiciales de ahora van a más próximamente.
Para otros, sin embargo, el ministro quiso hacer honor a una antigua amistad. En este caso, la que habría mantenido con quien fuera uno de los hombres más poderosos de España en la década de los noventa y un símbolo de la buena gestión y la pureza de intenciones de aquella generación de políticos del PP, de triste recuerdo, que recuperó el poder para la derecha tras el reinado de aquel monarca absoluto, y presuntamente socialista, llamado Felipe González.
En realidad, poco importan los motivos reales que han podido impulsar al ministro para protagonizar la enésima demostración de la posible existencia de una suerte de trama organizada en el interior del gran partido conservador español, cuyo único objetivo desde siempre fue hacer negocio con el dinero público para enriquecerse. Las famosas élites extractivas, también conocidas como ‘la casta’ de las que tanto se ha hablado y a las que se encargó de favorecer y proteger en su día el hoy denostado Rodrigo Rato, en su antigua condición de económico del dorado periodo ‘aznarita’.
En ese grupo, que se mantiene a los mandos, desde la década de los noventa del pasado siglo y no tiene la menor intención de abandonar esta posición hay, por lo mismo, una gran inquietud en relación con las verdaderas intenciones de Rato. Y un temor más que plausible al incierto futuro que el actual panorama político parece dibujar para sus intereses y su propia supervivencia. Sobre todo si se convierte en realidad la tendencia que avanzan las encuestas y tras las próximas elecciones generales, el poder queda fragmentado entre cuatro formaciones políticas. Con la inquietante amenaza latente de que Podemos se convierta en la única bisagra capaz de garantizar la estabilidad parlamentaria de una próxima coalición de gobierno.
Ante esta complicada situación que, como mínimo, mantiene a algunos de los hombres más poderosos de España en una situación de ansiedad permanente, es lógico que se multipliquen los movimientos ‘clandestinos’ esas maniobras realizadas fuera de los espacios públicos, siempre sin luz ni taquígrafos, destinadas, entre otras cosas, a minimizar los posibles daños que pudieran derivarse de ese peor escenario político posible que hay que tener en cuenta desde ya y que puede convertirse en una realidad infernal en los próximos meses.
De modo que últimamente las reuniones como la mantenida por Fernández Díaz y Rato en el ministerio son más bien la regla que la excepción. O, al menos eso aseguran esos incansables ‘intoxicadores’ profesionales que, en estos días hacen su agosto en los entornos cercanos a los medios de comunicación, difundiendo análisis maliciosos sin aportar la más mínima prueba que los sustente. Y, por lo mismo, muchos de los fusibles que constituyen el ‘cordón sanitario’ que la ‘casta’ ha usado habitualmente para eludir los problemas están sufriendo las consecuencias de las sobrecargas de corriente que han invadido los circuitos del poder.
Y, como hemos visto, más de uno ha quedado severamente tocado. El propio Rajoy ha utilizado y amortizado ya a unos cuantos peones, a los que no ha dudado en sacrificar para seguir cumpliendo su papel. Que, obviamente, no parece ser otro desde que empezó a llover con fuerza, que dirigir el equipo de pararrayos que mantiene a la casta a salvo en plena tormenta.
Pero las piezas en riesgo son cada vez más sensibles, porque están más cerca de la zona de peligro de lo que llegaron a estar nunca en esta última etapa, un Alberto Ruiz Gallardón o un José Ignacio Wert. De modo que, a lo mejor es verdad que la diversión sólo acaba de empezar y de que en los tres meses poco más o menos que nos quedan de aquí a las elecciones vamos a vivir unas cuantas tardes de gloria más.
Menos mal que, como en los buenos tiempos de la enemistad útil que mantuvieron durante cinco décadas Washington y La Habana, ahí estarán siempre esos benditos independentistas catalanes a quien dios guarde muchos años. Siempre con Artur Mas a la cabeza como destacado organizador de los festejos para proporcionar, cuando hagan falta, las maniobras de distracción que resulten convenientes para los intereses de la ‘casta’.
Ya saben, mientras nuestra clase política pueda argumentar que estos delicados momentos que vivimos el objetivo fundamental es salvar la unidad de España, o lo que es lo mismo conseguir la ansiada independencia de Cataluña, hay posibilidades de mantener al pueblo soberano entretenido y, por ejemplo, ir salvando algunos muebles o ir eliminando algunas pruebas. Pero ya saben. Lo más probable es que nada de esto sea cierto y sólo respondan a las alucinaciones de ese puñado de lenguas viperinas que parecen haberse empeñado en amargarnos el verano.
Acceda a la versión completa del contenido
Fernández Díaz, el guardaespaldas de la ‘casta’
"Podríamos construir algo para ellos en algún país. Podría ser Jordania, podría ser Egipto u…
En un auto de fecha 31 de enero, dicha instancia ordena tal citación y además…
Trump ya llevó a cabo esta medida durante su primer mandato. Su predecesor, Joe Biden,…
De esta forma, la acción del banco andaluz ha finalizado la sesión en su mayor…
El precio de la acción de Ferrari ha tenido una variación de más del 23%…
En concreto, durante el fin de semana, Trump decidió imponer aranceles a las importaciones provenientes…