¡Pobre Berlusconi!

Que conste que lo siento, don Silvio. Veo que a usted le caen todos los palos. Ya sabe: al perro flaco le van todas las pulgas, aunque la verdad es que a usted no le veo flaco, ni tan pobre como para no pagarse un servicio de desinsectación corporal. Todavía no ha salido usted del lío de las velinas, que si algo prueba y demuestra es que efectivamente con viagra la carne sigue siendo débil a partir de los setenta; aún no ha conseguido usted vender su villa Certosa de tantas juergas, porque esto del mercado inmobiliario está más que jodido jodidísimo, y ahora resulta que alguien va y le reclama daños y perjuicios derivados de la invasión de los romanos que tantas secuelas nos ha dejado a los españoles actuales.¿Cómo se les habrá ocurrido a aquellos centuriones una cosa así? Menos mal que siempre hay gente al quite y un descendiente, imagino que lejano, de Viriato, de aquel pastor lusitano que nuestra historia tiene encabezando la nómina de sus héroes, se ha percatado de que hay una deuda pendiente, que hay que reivindicar, y que es usted, don Silvio, debe asumir sin rechistar. Usted, y nadie más, es el heredero en vida de aquellos emperadores, tal que Nerón o Calígula, que nos tuvieron dominados y, por lo tanto, quien debe resarcirnos por ello. Que conste que no sé quién es el sucesor de Viriato ni me imagino qué grado de parentesco tiene con él, porque en el escrito de reclamación que se ha filtrado esos detalles no los hace públicos aunque no por ser anónimo le voy a quitar la razón. Y que conste que no quiero crearle problemas a usted, ilustre y polémico cavaliere. Tampoco sé lo que pueda tocarme en el reparto de las compensaciones, que vaya a abonarnos, pero lo que sea siempre será bienvenido en unos tiempos de crisis como estos. Sé que tampoco los presupuestos de su Gobierno andan sobrados, pero ese no es nuestro problema; hasta ahora hemos sobrellevado las terribles secuelas que nos dejaron sus antepasados y considero con el descendiente de Viriato, a pesar de que intuyo pelín facha, que sí, que ya no se nos puede exigir más. Así que pague usted, coño, para que de paso los simpáticos romanos actuales descarguen también de su mala conciencia.